Feminicidios
Somos testigos, cada día, de hechos que en ocasiones escapan a nuestra comprensión. Como el asesinato de una niña; que es raptada por una mujer que, explica, se la llevo a su esposo porque quería una novia joven. El hecho nos lleva a conocer que en enero del 20 hubo 14 feminicidios infantiles y que, según las estadísticas, en promedio 10 mujeres mueren al día.
Para la gran mayoría los hechos corresponden a un hecho machista; para otros, como el Presidente AMLO, son consecuencias del neoliberalismo y ahí es donde se tienen que atacar de raíz la causa. Lo cierto, innegable, es que ahí están, mujeres, niñas y adultas, muertas, fallecidas, causando dolor a sus familiares y malestar a la sociedad.
¿Por qué suceden hechos de esta naturaleza? Para unos, es la consecuencia de una sociedad, como bien dice AMLO, custodiaba por el neoliberalismo, que ha creado pobreza, marginación, discriminación, entre otras cosas. Pero, un dice hice la pregunta: en qué contexto, digamos, tanto del hombre y la mujer, de la sociedad, se puede ubicar el problema, me dijeron: es salud mental.
Efectivamente, puede ser un problema de salud mental. Porque se desvanece la línea entre el bien y el mal. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que un integrante del crimen organizado sea capaz de ordenar e incluso asesinar, pero va a misa, arregla iglesias, hace fiestas infantiles, entre otras cosas?
¿Cómo explicar, además, que servidores públicos se adueñaran del dinero público y buscan presentarse, ante la sociedad, como honestos, respetables? Y es que, un día en charla de sobremesa, alguien explico: es que ellos consideran, como una oportunidad –no como un delito-, enriquecerse en la función pública.
Una salud mental, digamos correcta, puede fácilmente diferenciar el bien y el mal; pero además, puede de manera consistente, evidenciar una conciencia social explicita, es decir, que se pone de evidencia en sus acciones, que aparecen como congruentes en el decir y hacer. Conciencia social que lo induce a una responsabilidad social, de compromiso con su entorno, con su comunidad.
Una salud mental, digamos distorsionada, va a generar en el ser humano y más en el político una disonancia cognitiva: considera que sus acciones, que son vistas como negativas, no lo son en la medida que lo benefician o que satisfacen alguna de sus ambiciones o fijaciones conductivas.
La disonancia cognitiva, si la observamos en la política, el mejor ejemplo es AMLO: afirma que perdona, pero no olvida; sentencia, una y otra vez, que respeta la libertad, la libertad de prensa y de opinión; pero a todo aquel que, lo critica, que le hace una corrección, de inmediato lo ubica como un enemigo: en los hechos, no es tolerante y no acepta la libertad.
Lo estamos viendo con el fenómeno del próximo 9 de marzo: ni una mujer se mueve. En la mañana Beatriz, su esposa, apoyo el movimiento; en la noche, cambio de opinión; y en el caso de AMLO, no está de acuerdo, porque afirma que es organizado por la derecha, por sus enemigos. No admite que es, en todo caso, una respuesta a un hecho concreto, los feminicidios, que nadie puede negar.
Si aceptamos, por decir, el planteamiento del Presidente AMLO, de que son consecuencia del neoliberalismo; tendríamos que explicar que hay en este momento una salud mental negativa, producto y consecuencia de las políticas neoliberales, que han inculcado en las generaciones presentes valores materialistas fortalecidos por la pobreza y la discriminación.
Hay, partiendo de este planteamiento, dos tareas ineludibles: 1) De corto plazo, atacar el problema presente, es decir, fortalecer la seguridad pública de la población, intentando reducir, en este caso los feminicidios; y, 2) De largo plazo, incidir a través de la educación y la formación de valores, precisamente para que la salud mental de las nuevas generaciones sea positiva y malogrado, en términos de negatividad.
La conducta del gobierno es unilateral: si no lo apoyas, si no estás de acuerdo con sus acciones, eres su enemigo. Un esquema conductual así, solo puede explicarse como una negación a la libertad, digamos de expresión: no hay tolerancia. Por eso, se observa, una total indiferencia hacia los reclamos de unos y otros.
Melitón Guevara Castillo
Licenciado en Administración Pública (UAT), Doctor en Comunicación y Periodismo (Universidad de Santiago de Compostela).
Profesor Emérito de la UAT. Líder del Grupo de Investigación “Democracia y Comunicación Política” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Victoria, Tam.,).
Representante en Tamaulipas de la Red Nacional de Investigadores de la Calidad de la Democracia.
Escribe la columna política DESDE ESTA ESQUINA, desde 1984 en El Diario de Cd. Victoria y actualmente en Hoy Tamaulipas.
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