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¿Cuándo perdimos el amor al prójimo?

No es posible imaginar que alguien pueda tener el corazón para hacerle daño a una pequeña que como dice su abuelo qué daño pudo haber causado para merecer eso
Por: Rosy Pereda Rangel El Día Lunes 17 de Febrero del 2020 a las 18:41

Fátima Cecilia "N", menor que fue encontrada sin vida
Autor: Notimex
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Si, la historia de Fátima nos ha llenado de indignación, rabia y dolor, pero también de preocupación por la sociedad a la que se tienen que enfrentar nuestros hijos y quizá la que les toque a nuestros nietos.

Y no es por nada pero esa frase de “los tiempos pasados fueron mejores” encajan muy bien en este momento, por lo menos en mi historia.

Soy un ejemplo vivo de que tuvimos mejores tiempos, que aún en una gran urbe como la Ciudad de México podías encontrar quien cuidara de una niña de siete años, sola, en las calles del centro histórico.

Así como Fátima, tenía 7 años cuando una tarde mientras estudiaba en una primaria de las calles de San Ildefonso, mi papá sufrió un retraso por el tráfico del entonces Distrito Federal, pero preocupado por ello habló con uno de mis tíos -en ese entonces no había celulares- que vivía a unas cuadras de ese lugar en la calle de Venezuela, un edificio que tenía muchas escaleras y pasillos.

Sin embargo ante la premura del caso a mi tío también se le hizo tarde para llegar por mí a la hora de la salida, así que viéndome sola y sobre todo sintiéndome asustada porque no llegaban por mí, decidí caminar hacia lo que yo creía era más seguro y más cercano, la casa de mi tío.

Ahora ante esta brutal historia de Fátima, me da terror pensar en cómo me atreví, pero lo hice, caminé y en esa travesía me encontré con esa gente buena que existía- y que aún creo existe en nuestra sociedad- para llegar a mi destino.

Primero fue un padre de familia que me acompañó una calle hasta encontrarnos con un policía que hacía labores de crucero y tras ayudarme a pasar de un lado a otro de la avenida me dio las instrucciones para encontrar la calle Venezuela y el edificio que buscaba.

Imagínense una pequeña regordeta (siempre fui así) con sus trenzas y su mochila caminando por las calles del Centro de la Ciudad de México en horas de la tarde, de verdad que Dios estuvo conmigo.

Llegue a mi destino y cuando estaba en la entrada del edificio, con tantos pasillos y escaleras que me confundían pregunté a los vecinos si conocían a mi tío, él llego casi corriendo pues en la escuela, nadie supo decirles donde estaba.

Efectivamente nadie en la escuela tenía la obligación de esperar a que llegaran por mi, sin embargo hay situaciones impredecibles como el tráfico vial, una ponchadura o un accidente de quien se dirige a recoger a los niños a su escuela, que bien podrían contemplarse en esta revisión que dicen se hará ahora “después de niño ahogado”

Ojalá podamos recuperar ese amor por el prójimo, esa empatía hacia los demás y los valores que nuestros padres aprendieron de los abuelos y que nos inculcaron para hacernos mejores seres humanos.

No es posible imaginar que alguien pueda tener el corazón para hacerle daño a una pequeña que como dice su abuelo qué daño pudo haber causado para merecer eso, pero si nos permite reflexionar a todo lo que como sociedad debemos hacer para que sigamos siendo más los buenos.

Porque tengo confianza que más allá de gobiernos, autoridades, delincuentes y malos ejemplos, seguimos siendo más quienes aún tratamos de proteger el tesoro más preciado que tenemos en nuestra sociedad y que son nuestros niños.

Hasta aquí por hoy

rosyrangel70@hotmail.com

Rosy Pereda Rangel

Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM

Corresponsal de TV Azteca desde hace 16 años

Actualmente coordinadora de Información de Expreso Matamoros

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