Quédate conmigo
Al anochecer en el bosque…
_ ¡Toc, toc!
_ ¿Eres tú, Nicanor? No te había escuchado, más bien presentí algo, por eso levanté la cara. Estaba leyendo unas cartas de mi madre. Ya sabes dónde colocar tu bastón. La lámpara minera déjala aquí, sobre la mesa. Ahora se te hizo un poco tarde. Siéntate, mientras te sirvo una taza de café; esta vez no te ofrezco té de yerbanís porque necesito ir al bosque a conseguir las plantas.
_ ¿Y vas muy lejos?
_ No; en realidad cerca de aquí, pero no te preocupes. Ya iré mañana, cuando salga el sol, y si es que sale, ya ves cómo no siempre es así. La bruma espesa no deja hacer nada, incluso, la lluvia. Cambiando un poco de tema. Eres un vidente, pues algo de lo que me has dicho ha resultado cierto.
_ ¿Se puede saber de qué hablas? Se te borró la sonrisa, ¿qué te pasa, Saida Sofía?
_ Espera Nicanor, ten calma. Bueno, es con respecto a lo del hombre ebrio, ¿te acuerdas? Ayer que te esperé por la tarde y que nunca llegaste, cuando apenas comenzaba a oscurecer, mi perrito Krosti ladró con mucha insistencia. Un hombre pretendía entrar por la cerca de púas. Al conseguirlo, enseguida se detuvo mientras intentaba equilibrar sus piernas más que sus pensamientos.
_ ¿Por qué te detienes? ¿Qué te hizo ese hombre? ¿Por qué esas lágrimas? Me asustas. Dime, ¿qué te pasó?
_ Discúlpame. Es que mientras el perrito intentaba morder los pies de ese hombre extraño, a este se le ocurrió darle una patada muy fuerte al grado de matarlo. ¡Oh, mi pobrecito Krosti! Y tanto que me encariñé con él.
_ ¡Esehombrematóatuperritooo!
_ No hacía mucho que me lo habían regalado, me acompañaba a traer las ramitas para el té. ¡Méndigo viejo! Cuando me vio con el hacha… ¡Hay, Nicanor!, si tan solo hubieras estado aquí conmigo no hubiera pasado nada.
_ ¿Le diste con el hacha a ese hombre? ¡Qué horror! ¿En dónde está su cuerpo? ¡Vaya situación en la que nos encontramos ahora!
_ Eso es lo que yo hubiera deseado, acabar con él, con todo el coraje que sentí por dentro. El hombre corrió al verme con el hacha en mano, salió por el mismo lugar por donde entró. ¿Quién pudo haber sido ese hombre?
_ ¿Cómo vestía? ¿Cómo era físicamente? Estoy imaginando quién pudo haber cometido tan semejante estupidez; ahora a mí me hierve la sangre. Nada más eso me faltaba, que a alguien se le ocurriera asustar a una indefensa mujer.
_ Piensa un poquito lo que dices. ¿Ya ves cómo nos traicionan las emociones cuando se apoderan de nuestra mente? Me refiero a lo de ‘indefensa mujer’, pues no fui yo la indefensa, sino mi perrito. Por cierto, hoy por la mañana fui a enterrarlo al pie de un árbol de pino. Ven, acércate a la ventana, te diré en dónde se encuentra sepultado. Mira a través de la ventana: ¿alcanzas a ver a aquel árbol?
_ ¿Hum?, no, no veo nada. Me parece increíble que tú puedas ver por medio de la oscuridad.
_ Es cierto, fue una broma. Intenté salirme de forma rápida de aquel infortunado recuerdo. Al ver la oscuridad mi pensamiento se activa y, en cambio, emerge de las profundidades de mi alma una luz reconfortante, luego me encuentro entre la luz de las veladoras y mi pensamiento. En pocas palabras trato de ser una mujer fuerte. Nicanor, ¿puedes quedarte a dormir conmigo esta noche?
_ ¿Los dos en la misma cama?
_ Por supuesto que no, aunque no lo dudo que te encantaría.
_ ¿Por qué lo dices? Está bien, dormiré abajo, en el piso.
_ Gracias. Te diré que no es por miedo, y perdona que no pueda compartir la cama contigo, quiero que me comprendas. Deseo sentirme acompañada, que platiquemos juntos durante la noche; quiero que imaginemos el cielo estrellado, extraño a la vez. Antes de que tú llegaras, me entretuve leyendo unas cartas de mi madre, donde me dice lo mucho que me quiere, mi padre es un encanto. Tengo una hermana menor que yo, por un año. Somos diferentes en nuestro modo de pensar. Ella es inquieta, prefiere el ruido, yo, el silencio. Nicanor, puedes acomodar las cobijas para que te acuestes, ¿ya tienes sueño?
_ No tengo sueño, me agrada escucharte, me hace sentir bien. Agradezco la confianza. Ahora empiezo a saber más de ti. Comienzas a darle forma a esa jovencita que conocí no hace mucho tiempo. Con respecto a lo que me has dicho de que tu hermana es más inquieta que tú. Yo creo que eres tú la persona más inquieta, ¿acaso no eres tú quien se movió de su lugar?
_ ¿Te refieres al lugar dónde antes vivía con mis padres, con respecto al lugar donde nos encontramos ahora conversando?
_ Efectivamente, mientras tu hermana sigue estando donde mismo. Las cosas que se salen del lugar hacen la diferencia.
_ Puede que tengas toda la razón. Creo que ya es muy noche.
_Sí, tienes razón. Mañana aclararemos todo lo que se tenga que aclarar. Buenas noches, Saida Sofía.
_Buenas noches, Nicanor.
¡Hasta pronto!
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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