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Éxtasis

Por: Ricardo Hernández El Día Sabado 18 de Enero del 2020 a las 15:10

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En la montaña…

_ ¿A qué hora llegaste Nicanor? Comenzaba a preocuparme por ti. Entra por favor. Siéntate. Me pregunté “¿subirá nuevamente a la montaña?”, “¿esta vez conversaré con el viento?”. Hay tantas cosas que quiero contarte; pero dime, ¿cómo te fue en la ciudad? Te ves un poco mejor; tu semblante es distinto. Por cierto, hoy es un día especial para mí.

_ ¿Y se puede saber por qué es un día especial, Saida Sofía?

_ El día de ayer estuve pensando en ti mientras me bañaba a la intemperie bajo la égida de la luna. Nunca dejé de ver hacia tu casa, aunque distante, la acerqué con mi pensamiento. Canté desnuda una canción de amor, nada era más importante en ese momento que sentirme acompañada de la naturaleza, del misterio de la noche; estaba emocionada por escuchar el crepitar del fuego que, muy cerca de mí, las llamas ondulaban sus cuerpos femeninos.

_ Me sorprende que hables de esa manera, Saida Sofía. ¿Probaste una extraña infusión?, pues no conocía esa parte de tu vida. Aunque te diré que tomar una bebida es normal en cualquier parte del mundo. No porque nos encontremos en el bosque somos seres diferentes.

_ Cuando probamos una infusión de la vida queremos embriagarnos, pero ¿acaso no existen adictos al juego?, ¿a la comida?, ¿al dinero? Yo me atreví a probar el brebaje de la soledad, de la felicidad, incluso probé el néctar de la luna. Mi cuerpo dejó de pertenecerme y, en cambio, se lo entregué a la noche. ¿A eso le has llamado ‘extraña infusión’?

_No me hagas caso. Continúa explicándome con lujo de detalles qué más hiciste esa noche, en ese baño de luna del que me has estado hablando. Es que… estoy imaginando…

_ ¿Mi cuerpo desnudo?

_ ¡Claro que no! Se te ha ocurrido hacer algo maravilloso. Tu cuerpo entregado a la noche, entregado al fuego; tu cuerpo danzando como una llama, húmedo, excitado, poseído… Eso nunca lo hubiera imaginado de ti; es a la vez increíble, divino, original. Me hubiera dado mucho gusto poder verte en ese momento para deleitarme de la belleza de tu arte. Dime la verdad, ¿probaste alguna extraña infusión? Me gustaría saber qué me podría suceder en una situación así. Tal vez me de por correr desnudo por entre el bosque, o me ponga a cantarle a los búhos.

_ Si buscas la originalidad en las cosas creo que vas por el camino incorrecto. Por un momento el pensamiento te traicionó; echaste a volar muy lejos la imaginación; ya tus sentimientos -como un caballo- los desbocaste.

_ ¡Oh, sí!, ¡detenlos! Tú que puedes hacerlo, yo mismo me siento poseído por tus palabras. Eso te lo dije desde un principio, cuando te conocí, ¿te acuerdas? Tus palabras inflaman mi espíritu, luego son un bálsamo a mi locura.

_ Es cierto. Hablaste de un estado de locura, de un estado comatoso para ser más precisa. No lo entendí en un principio, te recuerdo tus palabras “La locura es un estado comatoso en cierto sentido. ¿Qué hay de la pérdida de la sensibilidad?”. Esas fueron tus palabras y un tema que cerraste de inmediato sin que pudiéramos entrar en un debate. A ver si comprendí tu teoría. Lo que tú en realidad me explicaste es que cuando una persona vive sin darle sentido a su vida, ese es un claro ejemplo de un estado de locura, por decir de algún modo, aunque por fuera nos veamos unas personas sanas e inteligentes. Dejamos ese estado de ‘locura’ cuando vivimos como seres sensibles, como humanos en todo el sentido de la palabra.

_ Es muy fácil explicar este juego de palabras, Saida Sofía: UN HOMBRE SIN SENSIBILIDAD ES UN SER SIN SENTIDO. ¿Comprendes? Dejemos esa teoría y enfoquémonos en ti y en mí.

_ No. Espera. ¿Freud? ¿Carl Jung? Esos hombres hurgaron mucho en la mente del hombre. Dime, ¿quién de ellos habla de ese tema?

_ Hablemos de ti, de tu sensibilidad, de esa otra mujer. Me encanta las mujeres que se desprenden de sus ‘ropas’, del miedo, ¡de todo!

_ Voy a encender las veladoras para alumbrar la casa, ya ha comenzado la noche.

_ Permíteme que yo lo haga.

_ Nicanor, ven conmigo a la ventana, miremos el cielo estrellado.  Todo lo que he vivido aquí en el bosque contigo nunca lo voy a olvidar. Ha sido una agradable experiencia; han sido momentos que nunca hubiera imaginado que sucederían.

_ Lo mismo digo yo. Es increíble cómo dos espíritus pueden encontrarse en un mundo semejante, a la vez diferente. Presiento que te estás despidiendo, tus ojos se han humedecido y tu voz se ha quebrado. El silencio es una manera de expresar algo. El lenguaje de tu cuerpo no miente.

_Ambos nos presentimos. Sé que el día de mañana te irás a la ciudad y ya no vas a volver. Yo también me iré después de que tú te vayas.

_ ¿Cómo lo sabes?

_ He aprendido a escuchar el lenguaje del bosque. Los árboles y el viento también hablan. ¿A qué hora te irás?

_ Antes de que amanezca. Sólo regresé para despedirme de ti.

_ ¿Te gusta cómo me veo vestida?

_ Te ves hermosa…Me tengo que ir. Nuestras conversaciones se prolongan tanto que después no me dan ganas de retirarme.

_ Nicanor.

_ Dime.

_ Quítame el vestido, desnúdame, quiero entregarme a ti esta noche.

_ Saida Sofía, tal vez fui un estúpido al decirte que me hubiera dado gusto poder verte desnuda esa noche de luna, perdóname.

_ Ya no hables; ya no digamos más palabras. Probemos tu teoría sobre la sensibilidad; seamos, ahora, seres sensibles, dejemos a un lado la locura. Ven. Acércate. Quiero sentir tus manos húmedas cuando acarician mi cuerpo. Así Nicanor. Así.

¡Hasta pronto!

 

 

 

 

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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