La vida es un escenario
A los trece años, después de haber actuado en una obra de teatro por primera vez en mi vida, entendí que tal vez en el futuro no sería un buen actor interpretando papeles, principalmente porque se me bloqueaba la mente cuando tenía que expresar el argumento, pues no era nada bueno para memorizar; pero, en cambio, tenía la capacidad de ser un adolescente reflexivo.
Había disfrutado, por ejemplo, al ver a mis compañeros de clase de español al momento de estar actuando su obra de teatro; sus aciertos y errores me habían hecho reír a carcajadas.
Mi actuación no fue la mejor, creo que tampoco la peor; sin embargo, fue una experiencia importante que me marcaría en la vida, porque había reconocido cierto atrevimiento de ironía, hasta cierto punto había aflorado desde mi interior una especie de malicia.
Maricela y Gustavo me habían dejado la responsabilidad de tomar decisiones. Me vi en el apuro de crear la historia que íbamos a interpretar cada uno de nosotros. La aparición del “YO” y el “TÚ” fueron como un tatuaje en mi piel. “Yo opino que se debe hacer de esta forma”; “Tú Ricardo, tú decide quién va a actuar primero”; “Yo voy a comenzar primero y ustedes después”.
Ese “YO” de la adolescencia se convirtió en un eco prolongado. Con el paso del tiempo tenía que hacer algo con ese “YO”: ocultarlo para siempre, ‘inflarlo’ positivamente, o, en el mejor de los casos: darles un sentido.
Si lo quitaba sería -tal vez- mi mejor acierto, o, quizás, el peor error, porque lo ocultaría de mi forma de hablar, porque también lo haría al momento de escribir. Si lo inflaba positivamente sería tanto como decir que me ocuparía de estimular mi ‘ego’, entonces pensaría y escribiría: “(yo) soy el mejor”; “(yo) puedo”; “(yo) quiero y puedo”.
Mi vida ha sido eso: una actuación.
He tomado decisiones que me han llevado a conocer el mundo; he tomado decisiones con aciertos y errores. Muchas veces me he equivocado, esas equivocaciones me han costado muy caro, pero he luchado por seguir adelante.
He sido en mi vida todo lo que he querido ser: bohemio, vendedor, poeta, escritor; frente a un público me subí a una mesa a cantar; me arrojé al río desde una gran altura donde por poco me ahogo; me subí al ring para sentir los golpes de un boxeador profesional; competí en un maratón donde, por cierto, terminé tirado en el suelo; me propuse a escribir un libro; enamoré a una chica con una poesía; otra chica me mandó por un ‘tubo’; leí unas cuántas páginas del ‘Quijote’; leí cinco veces la novela ‘La tía Julia y el escribidor’, de Mario Vargas Llosa; con muchos nervios hablé por micrófono ante más de doscientas personas; viví solo en la sierra durante un año; en resumen: me he decidido a actuar.
La obra de teatro de la adolescencia me dejó una gran enseñanza: simplemente debo sentir pasión al actuar.
¡Hasta pronto!
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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