Historias de la montaña
La casa de madera que me inspiró a escribir la historia romántica ‘Nicanor’, estaba situada a un costado de lo que le llamaban el ‘raso’, el cual era una planicie de pasto muy extensa. El bosque con sus abundantes árboles de pino le daba un toque espectacular a todo ese escenario natural que presencié cuando subí a Los San Pedros, de Güémez, Tamaulipas.
Cuando decidí explorar las orillas de ese lugar luego de haber terminado las actividades escolares del día, me pareció interesante ir más allá de lo que mis ojos habían visto hasta entonces.
Por eso desde el momento en que descubro que estaba una casa de madera en el otro extremo del raso, que desde lejos se podía apreciar como una pintura al estilo de los franceses Paul Cézanne o Claude Monet, no soporté la curiosidad de acercarme hasta la casa de madera y poder hacer un recorrido por entre los árboles.
Mientras me introducía en el bosque mis pasos eran tímidos y torpes, pues tuve miedo de que algún animal peligroso fuera a salirme de sorpresa, pese a esa desconfianza caminé hacia adentro lo más que pude.
No quería perderme por nada del mundo el hecho de saber lo que se siente al estar solo, en medio de tantos árboles, prestar atención al lenguaje de los árboles cuando por medio de sus ramas producen una especie de canción que arrulla, que intimida, que inspira.
Por la tarde, cuando regresé a mi cabaña, me puse a escribir la historia romántica ‘Nicanor’. La idea que deseaba proyectar era la de un maestro rural a quien en lo sucesivo y en sus ratos libres, conversaría con los árboles y las aves. La naturaleza debía ser su ‘compañera’ o su confidente.
Pero tenía que darle sentido a la casa que se encontraba aislada, la cual me inspiró para imaginar a una jovencita ‘Saida Sofía’ quien viviría sola en la casa hasta en tanto llegara a conocer al maestro Nicanor.
En la medida en que le fui dando carácter al personaje Saida Sofía, me fui enamorando poco a poco de mi creación. Quise que el personaje fuera una mujer de carácter, pero también que fuera sencilla, incluso, sensible e inteligente.
Por otro lado, al personaje Nicanor lo convertí en un filósofo frustrado; pues sus reflexiones sobre la vida no contrastaban mucho frente al pensamiento dinámico de Saida Sofía. Pues mientras que Nicanor era la idea, aquélla era la determinación.
Me divertí mucho con esa historia porque creo que llegué a experimentar muchas cosas, sobre todo a divertirme con los diálogos. Me sumergí, por primera vez, en las profundidades de la imaginación, del sentimiento, de la pasión.
¡Hasta pronto!
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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