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Conversaciones

Por: Ricardo Hernández El Día Martes 26 de Noviembre del 2019 a las 09:12

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Por la plaza más grande de la ciudad una muchedumbre avanzaba a pasos lentos. El padre me preguntó: _ “¿Hacia a dónde irá toda esa gente?” _ “Por lo pronto caminan hacia el norte”, le respondí. Si hubiéramos llegado minutos antes al restaurante, lo más probable es que no hubiéramos encontrado un lugar para sentarnos a tomar el café, pues sobre unas mesas todavía se podían ver los platos sucios. El padre miró su reloj de pulso, enseguida apuntó: “Las once con diez minutos”.

“La hora justa para leerle el texto que escribí, padre”. El tono de mi voz se había adaptado al estilo de voz que normalmente usan los sacerdotes; es decir, le hablé despacio y en voz baja. “¡Eco!, ¡eco!”, exclamó el padre. Esa expresión significaba un “sí; adelante con los faroles, te escucho Juan Dosal”.

Nuestras conversaciones se prestan a un poquito de broma; el padre no cae en ningún momento en el aburrimiento y todo, por el contrario, hace de las reuniones de café un interesante entretenimiento. La expresión “adelante con los faroles te escucho Juan Dosal”, es una manera de decir que él se encuentra listo para escucharme.

El mesero se había tardado un par de minutos en poder atendernos, incluso, cuando entramos al restaurante no se veía por ningún lado, aunque no había más que una opción para suponer en dónde podría encontrarse. _ “¡Hola!, ¡buenos días! ¿Qué va a tomar, padre?” -el mesero sacó un papelito para anotar. _ “Quiero un café -dijo el padre-; a la taza le pones menos de la mitad de café y lo demás lo rellenas de leche”.

El mesero giró su cabeza hacia mí sin mover el resto del cuerpo y viéndome a los ojos preguntó: _ “¿Y a usted?, ¿qué le sirvo?”  _ “A mi taza le pones menos de la mitad de leche y lo demás lo rellenas de café”. El mesero comprendió que había pedido lo mismo que el padre, pero al revés. Había sido una broma. _ “¡Le traigo el mejor café de la ciudad!”, el mesero resolvió la situación.

Una vez que se retiró el mesero, el padre sugirió: “Si gustas puedes comenzar a leer el texto”. El tema que había escrito por la noche se trataba de una interesante herramienta que acababa de descubrir en mi computadora, principalmente que se trataba de una herramienta que viene en el sistema Word la cual me permitiría escuchar en voz alta el texto que previamente había escrito. “Se me hace interesante el tema”, dijo el padre, “te escucho”.

El texto estaba escrito en una cuartilla. Casi al final, en el último párrafo, el padre me interrumpió: “Espera -me dijo-, hay un error de concordancia, concordancia de número; regrésate tantito”. Enseguida me hizo la siguiente observación: “Escribiste ‘me ha permitido’; en lugar de eso, debe decir ‘me han permitido’, porque estás hablando en plural ‘esas lecturas’”. Una vez que terminé de leer, el padre me preguntó: _ “¿Todavía tienes café?”  _ “Un poquito”, le contesté, “¿nos vamos?”, añadí. _ “Sí, agregó el padre, quiero que me acompañes a un mandado”.  _ “Claro”, respondí, “con mucho gusto, padre”.

¡Hasta pronto!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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