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En el café de las once

Por: Ricardo Hernández El Día Viernes 22 de Noviembre del 2019 a las 17:00

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Nos volvimos a reunir en el café de las once. El padre Carlos traía puesta una camisa a cuadros rojos lo que hacía resaltar su espesa barba blanca. La mañana era tibia. En días anteriores el frío y la humedad que trae consigo el mes de noviembre había hecho casi imposible nuestras conversaciones matutinas. Cuando nos sentamos quedamos de frente. En el restaurante donde nos hemos acostumbrado a tomar café es común ver la asistencia de periodistas, algunos de ellos los conozco desde hace años, en cambio a otros tengo poco de irlos identificando, los veo sobre todo cuando se escucha que hay eventos en puerta.

El padre acomodó sobre sus piernas una bolsa de tela azul y sacó el libro de filosofía. El libro lo abrió casi al final de las páginas. “Aquí vamos”, me indicó. Había sacado un papelito que usa normalmente como un separador. “¿Quieres comenzar a leer?”, su pregunta la interpreté como una invitación “puedes comenzar a leer, si gustas”.

La algarabía de la gente me había puesto a pensar en que tal vez no era el momento indicado para leer, porque de lo contrario tenía que gritar, mejor dicho: tenía que gritarle al padre.

Busqué una respuesta en su mirada. Todo parecía indicar un “¡adelante con los faroles!, ¡te escucho Juan Dosal!”.

Comencé a leer en voz alta, sólo que más fuerte de lo normal. Por fortuna después de un par de minutos la gente comenzó a pagar la cuenta y sólo quedó una mesa a parte de la de nosotros.

De pronto detuve la lectura. Había leído dos palabras de las cuales me llamaron la atención las letras iniciales: ‘facultad de teología’.

¿No se suponía que la ‘f’ y la ‘t’ deberían de estar escritas con letras mayúsculas?

El padre repitió un “a ver, a ver”. Enseguida me dijo: “Permíteme ver las palabras”.  La interrupción despertó mi espíritu de investigador. Inmediatamente saqué el “Manual de estilo de proceso”, pensando también en hacer la búsqueda por medio de internet. Leí al padre lo que dice en el capítulo VII sobre las letras mayúsculas: “Las materias llevarán mayúscula sólo cuando formen parte de un nombre propio: ‘Facultad de Derecho’, pero no al indicar un grado académico: ‘licenciado en antropología’”. Sergio Loya, Manual de estilo proceso, edit. Grijalbo, México, 2010, p. 61.

Si algo he aprendido del padre es aplicar “cierta técnica” de filosofía: buscar hasta encontrar.

El tema de las mayúsculas nos llevó a un debate: si debiera o no escribirse con mayúscula la letra inicial de las palabras ‘facultad de teología’, aunque en la introducción del capitulo VII comienza de la siguiente manera: “La tendencia dominante en español es suprimir cuanto se pueda las mayúsculas (…)”. Ob. cit., p.59.

La sirvienta se acercó a nosotros para preguntar: “¿No se les ofrece nada, padre?”. El padre respondió: “Sí; la cuenta por favor”.

Antes de despedirnos solicité al padre un gran favor - “Padre, ¿para la próxima reunión podría traer el Diccionario de la lengua española: Espasa Calpe?”  -El padre contestó: “Claro”.

¡Hasta pronto!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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