Mis maestras de español
¿Oigan? ¿Se acuerdan de las historias que nos contaban las maestras de la secundaria? Bueno, me acuerdo de dos maestras en especial, una de ellas era alta y rubia, y, la otra, en cambio, era bajita, pero muy guapa. Voy a comenzar a contarles de la maestra rubia. Estaba yo por culminar el tercer año de secundaria; la maestra de español nos había sugerido que formáramos grupos de cuatro compañeros para actuar en una breve historia, sólo que esa historia la teníamos que inventar nosotros; es decir, la tendríamos que escribir para -de ser posible- leerla al momento de estarla interpretando.
A mí me tocó hacer equipo con Maricela y Gustavo, aunque los equipos tenían que ser de cuatro compañeros, nosotros sólo alcanzamos a formar uno de tres. ¡Qué lindo equipo habíamos formado! A ninguno de nosotros se nos ocurría nada para escribir la historia, de tal manera que la maestra nos preguntó: “A ver chicos, ¿ustedes ya tienen lista su historia? Porque ya mañana les toca presentarla. Pueden aprovechar este tiempo para que sigan revisándola”.
Por ese tiempo andaba perdidamente enamorado de una niña morenita lo cual no me permitía concentrarme para pensar en cómo iniciar la redacción sobre la historia. Al ver que ni Maricela ni Gustavo se les ocurría nada, les propuse escribir una historia romántica, donde Gustavo y yo seríamos los pretendientes de la dama, en este caso de Maricela. Por cierto, Maricela era una señorita hermosa, de ojos color miel; tenía el cabello largo el cual le llegaba hasta la cintura.
El día de la exposición me tomé muy enserio mi papel de pretendiente, y la discusión (actuada) con Gustavo llegó a parecer que en realidad estábamos peleando por el amor de Maricela quien, al último, intervino para decirnos: “¡Esperen chicos!, ¡quiero que sepan que estoy enamorada de los dos!”. Se me había ocurrido ponerle ese final porque no quería sentirme despreciado, ni tampoco era mi intención que Gustavo fuera el malo de la historia. Lo que si recuerdo es que al terminar nuestra participación Maricela me abrazó para darme un beso en la mejilla.
La maestra Araceli fue la que nos dio español en segundo de secundaria. Cada vez que sonreía se le hacían hoyitos en las mejillas. La maestra nos contó una historia interesante. Recuerdo que se trataba de un científico quien se transformaba en un monstruo, y cuando lo hacía, entonces salía del laboratorio a buscar especialmente a una mujer. La maestra nos hacía imaginar las cosas porque prácticamente actuaba mientras nos contaba, porque no leía, ya que se sabía la historia de memoria. Me acuerdo del nombre de la mujer de la historia (Virginia) porque a un compañero se le ocurrió preguntarle a la maestra en un tono irónico: “Pero cuando el monstruo se llevó para su casa a Virginia ¿ésta era virginia o no era virginia?”. La maestra exclamó: “¡Ay Ignacio!”
¡Hasta pronto!
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
Para que HOYTamaulipas siga ofreciendo información gratuita, te necesitamos. Te elegimos a TI. Contribuye con nosotros. DA CLIC AQUÍ