La felicidad para Eduardo Punset
La felicidad es la ausencia de miedo. Esta es al menos la definición que el escritor y divulgador científico Eduardo Punset, que dio en muchas de sus conferencias que llevaron por título “La felicidad en el siglo XXI: Naturaleza, megaciudades y el hombre”. Punset expresó su satisfacción al poder hablar de la felicidad, “mi tema preferido en los dos últimos años” y la cuestión a la que dedico en uno de sus últimos libros, El camino a la felicidad: las nuevas claves científicas.
El ser humano, que ha logrado ampliar sus expectativas de vida en varias décadas, tiene pendiente dotar de sentido a esos años de más que ha ganado. “Si la gente no es hoy todo lo feliz que pudiera es por déficit de mantenimiento biológico de la especie y del planeta”, decía. “Es la primera vez en la historia de la evolución en que los homínidos tienen futuro. El hombre vivía 30 años deprisa y corriendo y de forma peligrosa. Su final llegaba cuando se lo comía una leona o se caía por un barranco, después de procrear con enormes esfuerzos. Hoy tiene 40 años de vida extra que, en términos evolutivos, son redundantes”.
Nos enfrentamos a un cambio cultural que llega de forma lenta. “Los problemas de mantenimiento y la necesidad de ser feliz se han planteado con este cambio. Muchas Constituciones en el mundo recogen el derecho del ser humano a ser feliz. Pero donde hay que esperar que se refleje este logro es en la vida cotidiana de la gente. Hemos dedicado muchos recursos a la inversión biológica -reproducción de la especie, cemento, grúas, coches, pero hay un déficit de mantenimiento a nivel biológico y social”.
Los déficits biológicos se encuentran en un sistema inmunológico preparado para 30 ó 40 años de vida. Cuando aparece el Alzheimer o cualquier otra enfermedad degenerativa, nuestro cuerpo no sabe responder. Los déficits sociales pueden verse en la proliferación de industrias relacionadas con el mantenimiento, por ejemplo, la limpieza, la sanidad o la belleza. Estamos viviendo mucho más de lo que vivíamos hasta hace 150 años y la felicidad se ha convertido en una demanda generalizada.
La receta más rápida para ser feliz es querer serlo. “La ciencia no había entrado en el tema de las emociones porque no podía medirlas. Sólo hace diez años que podemos cuantificar los flujos hormonales o emocionales. Cuando una cebra se enfrenta a una leona y se salva, podemos constatar que, por culpa del estrés, en su cerebro se han registrado importantes cambios”.
Hoy sufrimos un tipo de miedo que de nada nos sirve. “La gente necesita determinado nivel de ansiedad para ponerse en estado de alerta y concentrar esfuerzos para actividades como pasar un examen, casarse o irse de viaje”, explicaba Punset. Pero una cosa es cierto estado de ansiedad y otra, el pánico destructor que corroe vísceras y órganos cerebrales. Y la humanidad ha pasado mucho miedo innecesariamente. En esta búsqueda hay mucho que aprender. “La gente tiene una capacidad infinita para hacerse infeliz”, comentaba. Hay paradojas. En las encuestas que hacemos en nuestro entorno, el 70% de la gente se considera feliz. Pero luego observas que, quien no tiene trabajo, se considera infeliz. Y esa misma persona, cuando lo encuentra, se queja todo el tiempo. El trabajo es un lugar donde se puede encontrar satisfacción, aunque no ocurre cuando éste es desmesurado. Por otro lado, no hay persona más infeliz que quien se aburre el fin de semana sin saber qué hacer.
Los estudios científicos apuntan a que la felicidad tiene que ver con el compromiso, la dedicación y la concentración de todos nuestros sentidos en una actividad que nos guste, decía Punset. Puede ser el trabajo, jugar al golf, un gran amor o escalar una montaña. Pero lo que es evidente es que el florecimiento de la felicidad exige este compromiso, esta dedicación. Y podemos aprender de los animales. Los homínidos se concentran en el logro y desprecian el proceso de búsqueda. Se empeñan en el objetivo de la recompensa buscada. Y cuando lo tienen, a los tres días están desengañados. Han perdido la posibilidad de disfrutar en el camino.
Esto no pasa con los perros. Disfrutan muchísimo viendo cómo les preparas el plato de comida, aunque luego no le hagan mucho caso. Los perros nunca tienen emociones mezcladas. Por eso hace unos días conocimos la noticia de que un perro se dejó apalear por su amo hasta la muerte. No podía sentir a la vez amor y odio.
El estrés y las prisas no ayudan. “Yo puedo tener falta de tiempo. Pero procuro no tener prisa. Cuando me levanto por las mañanas acaricio un fósil de pez de hace 3.000 millones de años y me cuesta salir de casa corriendo. No tiene ningún sentido”.
@Alberto_Rivera2
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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