Estas ruinas que ves
Comienza mostrando que los habitantes de Cuévano se sienten dichosos de vivir en ese lugar, los habitantes se manifiestan el gusto que tienen por su pueblo, relatan que está entre cerros de los cuales el más importante para ellos es el Cimarrón, pero, así como describen que hay muy buenas vistas también pueden verse ruinas: minas inundadas, haciendas de beneficio abandonadas, iglesias destruidas y hasta pueblos fantasmas. Cada ruina tiene su historia, también son distinguidos los cuevanenses por sus personalidades desde religiosos y poetas hasta científicos que aportaron mucha información y libros.
Además, son reconocidos por su conocimiento de los materiales; uno de los geólogos más notable es Don Valentín Escobedo que paso sesenta años caminando por los cerros con un martillo en la mano. Se puede apreciar en el contenido entre la nostalgia y la ironía, también representa varios acontecimientos festivos y con alegres anécdotas, y todas ellas se llevan a cabo en un ambiente provinciano. El protagonista y narrador es un hombre, Aldebarán que después de vivir mucho tiempo en la capital, vuelve de regreso a su ciudad natal, en Cuévano, aceptando el puesto de profesor de literatura en una Universidad local.
En un reporte de la obra de Jorge Ibargüengoitia, la estudiante universitaria Ana Srimathi Rojo Martínez detalla que Aldebarán nos hablará en “Estas ruinas que ves” de los que él denomina intelectuales de pueblo: las vidas de un grupito de profesores de la universidad que se van a convertir en sus compañeros de jarana por las calles y tabernas de Cuévano. “En una ciudad como esta, tan chica y donde hay tanta gente chismosa” como dice en el libro, y también de su propia persecución de mujeres atractivas (debido a la escasez, no le quedó más remedio que fijarse en la mujer de uno de sus amigos, y en una de sus alumnas, además de vecina, comprometida con un ingeniero de la capital, atractivo y de prometedor futuro).
Nos cuenta desde el momento en que viaja de México a Cuévano y las vivencias que tiene en el carro del pulman General Zaragoza, es ahí donde conoce al Profesor de Filosofía Enrique Espinoza y su esposa Sarita, la cual le resulta bastante interesante desde el momento en que la ve, pues además les resultaba un matrimonio difícil y raro. Aldebarán coincide en muchas cosas con Espinoza como cuando llegan a Cuévano tomando el mismo taxi los dos, que es cuando descubren que son colegas, en este viaje también lo comparte con un joven bastante guapo de buen porvenir (Rocafuerte) al que mira con extrañeza y el cual resulta ser un hombre de negocios y el futuro esposo de una de las alumnas (Gloria) a la cual considera de las más bellas de ciudad.
Al llegar se instala en el Hotel Padilla, lugar donde se desarrolla toda la historia, al entrar a su habitación, por la ventana escucha la risa joven de una mujer, Gloria, quien causa gran emoción en el protagonista por su belleza física, ese primer día se organiza un banquete en honor a Pascual Requena, el cual no está por ciertas inconveniencias y terminan por hacer que renuncie a su cargo. Cuenta de la borrachera que comparte con sus amigos y como Malagón se mete en problemas, pero su amigo Sebastián Montaña lo saca de la cárcel. El libro es abundante en muestras de solidaridad entre los habitantes del pueblo.
También Aldebarán se cree durante la mayor parte de la trama un chisme de su compañero de universidad ya borracho en ese momento, que le cuenta, que Gloria, la alumna y vecina de la que anda medio enamorado, sufre de una terrible enfermedad cardiaca, que hará que muera el primer día que tenga su relación en la noche de bodas, así que su futura boda con Rocafuerte, el ingeniero de la capital, es una condena a muerte en la noche de bodas.
A lo largo de toda esta trama el narrador nos cuenta con especial emoción de todas las ocasiones en las que ve a Gloria, así mismo de todos los encuentros que tiene con Sarita. En la obra nos narra las diversas experiencias que va teniendo en esta su ciudad natal y de cómo contempla con “espanto” el próximo matrimonio de Gloria con Rocafuerte debido a su enfermedad la cual no se hace evidente en ningún momento. Es hasta casi al final de la obra que Malagón le dice que todo fue mentira y Rocafuerte se lo corrobora, mencionándole todas las veces que ha estado con Gloria y no ha muerto por ello, siendo este el final inesperado y divertido del libro.
Una historia de anécdotas, salidas y malentendidos. Un retrato fiel y a la vez cómico de la vida en provincia, una historia bien diseñada, tiene muchos detalles muy simpáticos, momentos en los que se te sale la risa de la boca, es admirable que todos los detalles que va dejando por ahí Ibargüengoitia no son en balde y acaban atando cabos a satisfacción tanto del lector como de los personajes. Ibargüengoitia parece sinónimo de buen humor, leerlo es ver el reflejo de esa manera de pensar y comunicar tan, tradicional y a la vez divertida, mexicana.
Correo: amlogtz@gmail.com
Ambrocio López Gutiérrez
Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de Ciencias, Educación y Humanidades.
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