Las reglas del juego…
Tras haber vivido un proceso electoral reciente y en diversas pláticas con amistades (gente que gusta de dar seguimiento a los acontecimientos políticos) las conversaciones, posturas, puntos de vista y los debates, han estado más que interesantes. Particularmente el caso que nos atañe aquí en Tamaulipas en donde se vivieron elecciones para diputados locales. Sumamente interesante fue escuchar a personas de diferentes partes del estado acerca de cómo transcurrieron las cosas en campaña y al finalizar esta. Cada cual con sus probables preferencias pero haciendo un análisis lo más ecuánime posible en aras de sacar conclusiones más certeras. Dentro de la diversidad de temas que se tocaron hubo uno en especial que generó peculiar controversia, dividiendo claramente las opiniones de los presentes. Se habló de las prácticas utilizadas a la hora de la operación política para ganar adeptos y por ende votos, el tema radicó en que si es válido quejarse de dichas acciones cuando fueron las mismas que por años se utilizaron precisamente en contra del partido predominante.
Y esto abrió las puertas para que surgieran variadas posturas tanto en contra como a favor. Los que condonaban estas prácticas, abogaban que era darles una probadita de su propio chocolate a los que por años detentaron el poder, que así lo habían hecho e impuesto ellos y que ahora solo se seguía la misma guía que ellos mismos habían establecido. Por parte de aquellos que fijaron su postura en contra, refutaban que eran las mismas deleznables prácticas que por años se habían quejado amargamente y que prometieron desterrar una vez llegando al poder; y que no solo no había pasado eso sino todo lo contrario. Es interesante analizar este tema visto con otros ejemplos quizá más cotidianos pero que generan también una división de opiniones. Por ejemplo, si una persona con la que te confrontaste en varias ocasiones utilizaba todo medio a su alcance para vencerte o traía aditamentos con los que tú no contabas y por ende una ventaja comparativa. Si algún día tú estuvieses del otro lado y con la posibilidad de usar eso mismo que a ti te afectó anteriormente para poder vencerlo, ¿no lo harías? ¿Te apegarías a una ética personal, respetando tu ideología pero quizá sabiendo que pudiese afectarte en el resultado final? Aun sabiendo que eso nunca estuvo bien hecho, pero sabedor que a él nunca le intereso pelear justamente o en igualdad de condiciones, ¿aun así sostendrías la postura de no incidir en aquello que tanto te quejabas?
Quizá si nos apegamos a una forma de ver las cosas más conservadora y siguiendo estándares elevados de moralidad, se tendría que decir que nunca será justificable hacer aquello que violé las reglas y/o que no sea ecuánime. Un boxeador entrena muy duro para llegar preparado y fuerte a sus combates con alguien de similares características al menos en cuanto al peso se refiere, y es por eso que en el box existen divisiones. Aunque Julio Cesar Chávez haya sido un formidable boxeador, no lo iban a poner a pelear con Mike Tyson, las diferencias son justificadas y marcadas. Por ello también arriba del ring tienen un referee quien es el que mantiene un control y cuida que no se usen golpes indebidos, marrullerías y demás. Pero si esto fuera un tiro callejero, en donde generalmente todo se vale o al menos muchos lo ven así, ¿no tendrías que usar lo que en tus manos esté si sabes o ves que el otro así lo está haciendo? O como dijo uno de los presentes, de pendejo no lo hago…
¿Mis respetables lectores, ustedes que opinan, condonan o condenan?
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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