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La soledad de los Buendía

Por: Ambrocio López El Día Miercoles 08 de Mayo del 2019 a las 20:22

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Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía se acordaría de cuando su padre los llevaba, a él y a su hermano, a conocer las maravillas del circo. José Arcadio Buendía amaba la época en que el circo llegaba a Macondo y con él llegaba Melquíades, un gitano extravagante que llegaba al pueblo con los inventos más extraños. José Arcadio Buendía, estableció una sociedad con el abuelo de Úrsula, el negocio, los lazos de unión entre José Arcadio y Úrsula se estrecharon desde entonces, en el pueblo de Riohacha. La madre de Úrsula se encargaba de atormentarlos con los peligros a los que su descendencia se exponía por el parentesco familiar que había entre ellos, eran primos.

Jose Angel Valero Huerta escribió un reporte sobre Cien años de soledad, obra cumbre del colombiano Gabriel García Márquez donde relata: En un duelo de honor, José Arcadio Buendía mató a Prudencio Aguilar cuando hacía bromas sobre el matrimonio que todavía tenía el terror de Úrsula sobre sus futuros hijos. A la casa de los Buendía llegaba todas las mañanas Pilar Ternera, una jovial y risueña mujer que leía la baraja. Con el pretexto del juego, Pilar Ternera le llamó la atención a Jose arcadio Buendía en el amor y así se inició la relación de la mujer con los Buendía. Tiempo después Aureliano se enteró de la relación que José Arcadio sostenía con Pilar y, se convirtió en su cómplice. Un jueves de enero nació Amaranta y para fortuna de su madre Úrsula, era un bebé con todas las partes de ser humano. Pilar Ternera parió a un Buendía, fue llevado a la casa de los abuelos, le llamaron José Arcadio y la abuela les dijo que nunca dijeran su origen.

Un domingo llegó Rebeca, con los huesos de sus padres en una caja y una carta para José Arcadio la niña no hablaba, creían que era sordomuda y hasta el día de su muerte la llamaron Rebeca Buendía. Descubrieron que Rebeca tenía el vicio de comer tierra y cal de las paredes, después de los esfuerzos de Úrsula dejó de hacerlo y comenzó a hablar. Con la llegada de nueva gente a Macondo llegó la enfermedad del insomnio y, más tarde, la peste de la memoria y a todos los curó Melquíades. La casa fue remodelada y creció tanto como la familia. Rebeca y Amaranta se habían convertido en adolescentes y Úrsula decidió hacer una gran fiesta para ellas. Aureliano y Remedios se casaron un domingo, Rebeca estaba triste por la demora de Pietro.

El señor Moscote llevó un padre a Macondo que se daría a la tarea de edificar un templo que tardaría quince años en ser terminado. Amaranta queriendo impedir la boda, propuso que la boda entre Rebeca y Pietro se realizara cuando el templo hubiera sido terminado. Hubo un nuevo y definitivo aplazamiento, la muerte de Remedios una madrugada fue encontrada ensangrentada y con gemelos en el vientre. Aureliano se aleja de Macondo, se convierte en un hombre mítico, en el pueblo se tienen noticias suyas por medio de los 17 hijos que tuvo durante la revolución. Arcadio, el nieto de José Arcadio, sigue los pasos de su tío, pero se convierte en un dictador, Úrsula lo desprecia. José Arcadio, que sigue amarrado al castaño, había perdido todo contacto con la realidad, Rebeca y José Arcadio se van de la casa pues, según Úrsula, son la deshonra de la familia.

La guerra había terminado pero el coronel Aureliano Buendía estaba condenado a muerte. La noche de su fusilamiento José Arcadio Buendía, rifle en mano, rescató a su hermano. El coronel y seis hombres volvieron a la guerra, dejaron Macondo para seguir la revolución. Una noche cuando Aureliano José se paseaba desarmado por los antros, un capitán del gobierno lo asesinó a tiros. El coronel Aureliano Buendía volvió a Macondo acompañado por todo su regimiento. Úrsula descubrió, que su hijo había perdido el corazón en la revolución. Después de veinte años de guerra, el coronel le pide ayuda a su amigo Gerineldo Márquez para acabar con la revolución donde, también, había perdido la vida y ahora le resultaba vacía.

El coronel, para felicidad de su madre, vuelva a ser el hombre de la casa de los Buendía. Santa Sofía de la Piedad había sido la mujer de Arcadio, tuvieron dos varones: Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo. El matrimonio estuvo a punto de terminarse a los dos meses cuando Fernanda se enteró que Aureliano Segundo mantenía la relación con Petra Cotes. Llegó a Macondo la luz, el cine, muchas novedades. Con el ferrocarril llegó Herbert y, un día, invitado a comer en casa de los Buendía probó los bananos. Le impresionaron tanto que en los siguientes días siempre se le vio haciendo pruebas y tomando apuntes respecto a la fruta.

Las vacaciones de Meme coincidieron con la muerte del coronel Aureliano Buendía. Meme había terminado sus estudios y se dedicaba a pasear con sus amigas y a tocar el clavicordio todas las tardes. Aureliano Segundo se distanció, aún más, de Fernanda por la forma en que se comportó con Meme. Años después descubrió lo que su propia esposa había intentado ocultarle, Meme había tenido un niño de Mauricio y llevaba tres años escondido en el laboratorio de Melquiades. Nadie podía dejar la casa, José Arcadio Segundo se pasaba el tiempo en el laboratorio platicando con Melquíades y absorto en los pergaminos. Aureliano Segundo esperaba que escampara para ir a casa de Petra. Después de un tiempo, la comida empezó a escasear y Fernanda le exigía a su marido que saliera en busca de víveres. Dejó de llover y Úrsula se dedicó a restaurar la casa.

Aureliano Segundo tomó sus baúles y regresó a casa de Petra Cotes. José Arcadio Segundo seguía estudiando los pergaminos de Melquíades. Con la restauración de la casa, Úrsula se llenó de recuerdos y se esforzó por cumplir su promesa de morir. La mujer, ya en sus últimos días, regresó el tiempo en su memoria y a los nuevos descendientes los confundía con los primeros, Rebeca murió a finales de ese año y Aureliano segundo se hizo cargo del entierro, Aureliano no abandonó en mucho tiempo el cuarto de Melquiades, había empezado a traducir los pergaminos. Santa Sofía de la Piedad se encargaba de llevarle café, un poco de comida y de cortarle el pelo. Amaranta Úrsula regresó en diciembre apareció sin previo aviso, con bellos vestidos, hermosos collares y con su esposo.

El hombre con quien se había casado era mayor que ella y tenía facha de navegante. Pilar Ternera se murió sentada en su mecedor de bejuco. Gastón, el marido de Amaranta Úrsula decidió viajar a Bruselas para supervisar sus negocios. Con su partida, Aureliano y Amaranta Úrsula se dieron a la tarea de amarse mientras ella cantaba de placer, Aureliano se iba haciendo más absorto y callado, porque su pasión era ensimismada. De pronto, Amaranta Úrsula recibió la noticia del regreso de Gastón, la mujer le respondió la carta contándole de su amor por Aureliano y, para sorpresa de ambos, Gastón los felicitó y les deseo lo mejor; la feliz pareja estaba esperando un hijo.

Aureliano empezó a rastrear su origen, pero no encontró a nadie que lo ayudara. Amaranta Úrsula estaba perdiendo mucha sangre y después de varios días se murió en su dolor, Aureliano se olvidó de su hijo hasta que Nigromanta acudió para ayudarlo. Aureliano tuvo la revelación de encontrar en los pergaminos la historia de sus vidas y el trazo de su destino. Aureliano descubrió que su familia había estado condenada a cien años de soledad.

Por su parte, Alejandro Rodríguez Espinosa, analiza El coronel no tiene quien le escriba, (México, Diana, 1987) del mismo autor diciendo: hablaré de una novela escrita por el Premio Nobel de Literatura en 1982 Gabriel García Márquez. Novela escrita en 1957 y publicada en 1987. Relata la vida del coronel -que en el transcurso del escrito solo me referiré a él, como coronel- y de su esposa a la edad de los setenta y tantos años. En una etapa de su vida en la que padecían de insuficiencia económica y hambre. Esperando una pensión por haber sido combatiente y que jamás les llegaría y que sin embargo nunca pierde la esperanza de que le sea otorgada. Un veterano de una guerra -que podemos entender por las pistas que nos da el autor, se trata de la Guerra de los Mil Días-, que aconteció en Colombia entre los años 1899 a 1902.

El autor nos describe cómo es su pobreza después de décadas esperando la pensión que le fue prometida después de acabar la guerra y firmados los tratados de paz. La ley que promulgaba una pensión para los veteranos de guerra se había dado hacía 20 años y tardó 15 años en aceptarse, sin embargo, no recibió ningún dinero en ese tiempo. Desde el fin de la guerra hasta los días en los que se desarrolla la novela, habían pasado aproximadamente 54 años y desde el primer día que terminó la guerra a todos los combatientes se les prometió indemnizarlos; algo que nunca ocurrió, ya que se tardaron tanto en ese proceso legislativo que nunca les llegó ningún dinero a aquellos soldados ya que eran demasiado viejos y la mayoría ya estaban muertos.

El tiempo en el que se desarrolla la novela es de octubre a diciembre de 1956 y el coronel cada viernes espera el correo desde hace más de 15 años con la esperanza de que por fin le sea otorgada su tan ansiada pensión. El correo llega a través de un rio y el viaje -nos dice el autor- es de 8 horas de camino. Una distancia considerable ya que se viaja en lancha. El coronel y su esposa viven en una casa de palma con enjarre de tierra y sobreviven con el poco dinero que les queda y que consiguen “muy apenas”. Desde hace un año solo tienen un gallo de pelea que les quedó de su hijo Agustín al morir un 3 de enero, en una gallera acribillado por la policía. Hay días que no comen por darle de comer al gallo y que este se mantenga fuerte y sano para la pelea.

Su único sustento son las pocas cosas que pueden vender y el trabajo ocasional de costurera que tiene la señora. Eso les da para vivir un día más. Lo que le daba fuerza al coronel para seguir era esperar el correo cada viernes. Ellos sabían que ganarían un buen dinero si ganaba su gallo en las peleas de enero, pero ¿si no ganaba que harían? El coronel tenía un sentimiento de honrar la memoria de su hijo llevando ese gallo a pelear. El “Gabo” -como llamaban y siguen llamando a Gabriel García Márquez- nos muestra un modo de vida tan cercano a nosotros los latinos, por el hecho de que todos hemos conocido una familia o un matrimonio en extrema pobreza. No nos hace sentir lastima por los personajes principales, aunque si nos hace ver la fragilidad de la vida, y lo complejo de las relaciones humanas y familiares. Yo me hago esta pregunta ¿qué les daba motivación para seguir viviendo a estas dos personas? Si ya no tenían nada por “el que vivir”.

La moraleja que yo encuentro en todo esto es que, si de verdad hay algo por el que luchar vivir y mantenerse luchando en la vida, es por tus seres amados. El coronel amaba a su hijo y por eso quería mantener al gallo con él, y la excusa para mantenerlo era que tenía que llevarlo a la gallera. A su esposa también la amaba y por eso estaba pendiente de su salud y atenderla ya que ella padecía de asma. No podemos vislumbrar hasta que donde pudieron sobrevivir y si el gallo les dio a ganar esa plata que necesitaban para sobrevivir. Pero de lo que si estamos seguros es que el coronel y su esposa se mantuvieron juntos a pesar de las circunstancias.

La otra moraleja es que los estados latinoamericanos al ser de tercer mundo y tener en su gobierno a personas que muchas veces son incompetentes y corruptas, no reconocen a los veteranos que lucharon en guerras en las que se le dio un sentido a una nación. La injusticia de la vida y la desigualdad son cosas que existen en nuestro entorno. El coronel no aceptaba que jamás fuera a recibir su pensión que, a mi parecer así sería, nunca le habría de llegar. Él en cambio cada viernes esperaba la noticia de que por fin le fuera otorgado ese premio que tanto se merecía. Hasta aquí los reportes sobre parte de la obra de GGM cuya universalidad radica en contar la historia de un pueblo que podría ser cualquiera de Latinoamérica, con sus luchas, contradicciones, pobrezas y esperanzas.

Correo: amlogtz@gmail.com

Ambrocio López Gutiérrez

Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios  electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de  Ciencias, Educación y Humanidades.

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