Conocí la sala Polivalente de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) a principios de la década de los 90, cuando cursaba la licenciatura; era un espacio modesto con una sillería que me recordaba el cine de mi pueblo, tenía aspecto setentero y era para poco público, ahí asistí a muchos eventos literarios y culturales.

También en ese entonces, cuando tenía tiempo, solía pasar al museo de la Universidad que estaba en la esquina del 9 Matamoros en el edificio de Rectoría donde podía pasar las horas viendo sus objetos sin que nadie me molestara.

El Teatro Juárez que estaba en seguida, albergaba dos salas de cine, el Juárez uno con capacidad de 1200 personas y el Juárez dos con capacidad de 700. En el primero pasaban películas mexicanas de la india María, los Almada, etcétera y en el segundo eran de ficheras.

Poco tiempo después, los cines cerraron y esporádicamente se realizaban funciones de teatro comercial de alguna compañía de televisa que andaba de gira o la presentación de algún cantante en declive que pasaba por Ciudad Victoria. Poco a poco todos sus espacios se empezaron a llenar de oficinas. El Juárez uno se convirtió en un gigante auditorio para graduaciones y el dos se fue al olvido.

Ya entrado el año 2000 se modernizó la Sala Polivalente, cambiaron la sillería, el tapiz, le instalaron un sonido permanente, un proyector y una pantalla. Incluso se reinauguró el espacio con el nombre de Sala Juan Fidel Zorrilla y se volvió un lugar predilecto para eventos literarios, que por lo general son de públicos reducidos y selectos.

De pronto empezó la debacle, el museo cerró y por intervención yarringtoniana, que siempre quedó en lo oscurito, el patrimonio del museo pasó a manos del gobierno del estado, quien se llevó como premio mayor el carruaje de José de Escandón.

Pocos años después, las puertas de la otrora sala polivalente, hoy todavía llamada Juan Fidel Zorrilla fueron cerradas para instalar “de manera temporal” una oficina “de reciente creación” y tiene más de 10 años en esa condición.

Después, a alguien se le ocurrió cambiar “de manera temporal” las oficinas de difusión cultural del Edificio Administrativo a unas aulas improvisadas del gimnasio viejo, dónde entre otros problemas tenía nidos de palomas y guano, los baños precarios, la acústica terrible, temperaturas extremas y el diario desprendimiento del plafón exterior.

El pasado diciembre, aprovechando las vacaciones, alguien más tomó la decisión de destruir el baño interior del Teatro universitario en aras de utilizar el espacio para bodega de archivo muerto.

Es posible que, con una burocracia creciente, la “manera temporal” en que se han reducido los espacios culturales en la UAT estén proclives a desaparecer; como su museo, cuyas piezas descansan en salas descuidadas del Ex asilo Vicentino, donde de “manera temporal” está descompuesto el aire acondicionado. Pero esa es otra historia. Email: claragsaenz@gmail.com