La muerte de la moralidad
Arranco comentando que es de todos sabido que en esta vida nadie es perfecto y aún que existan personajes que parecieran se ven a sí mismos así, nunca lo serán. Perfectos nunca pero si perfectibles, el ser humano conforme crece va aprendiendo tanto de manera empírica como a través de procesos de aprendizaje tanto familiares, escolares y del entorno en el cual se desenvuelven. Vamos absorbiendo enseñanzas, costumbres, hábitos, capacidad individual de raciocinio, que después van demarcando nuestras vidas a través de las decisiones que vayamos tomando. Todos en algún punto comenzamos a comprender claramente mucho de lo que es el bien y el mal, según los estándares sociales de valores y moralidad impuestos y/o expuestos por la sociedad en la que vivimos. Por ello supuestamente las leyes, las enseñanzas religiosas, los valores familiares, etc.
¿Pero qué pasa cuando son los mismos encargados de poner el ejemplo de justicia y moralidad, los que comienzan por desviar errónea o perversamente del camino del bien? ¿Qué sucede cuando excusamos acciones propias negativas con el precepto de que así son las cosas? ¿En qué sociedad vivimos si todos de alguna u otra forma terminamos siendo participes de una cultura de la permisividad del mal hacer?
Como seres imperfectos cederemos periódicamente ante eventualidades que sabemos no están bien, en otras palabras, nos equivocaremos y eso es tan parte de la vida como respirar. Pero lo importante es el saber evaluarnos y la manera en como intentamos corregir lo que mal se hizo o tratar de no volver a reincidir en aquello que sabemos nos puede generar en algún momento un problema más grande. Habrá aquellos que digan que en la sociedad en que nos desenvolvemos muchas veces es más difícil ser ético así como pregonar hermandad en lugar de confrontación y tristemente así pareciera ser. Nuestro “yo” bélico, termina muchas veces imponiéndose ante la contraparte coherente de nuestro ser, que debería permear más a menudo.
En una sociedad que cada día se desarrolla a mayor velocidad y con mayor desenfreno y en la época de la comunicación global accesible, tenemos que saber también priorizar nuestros objetivos comunitarios para una sana convivencia.
“Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa” expuso Demócrates.
Y si piensan que eso no es un correcto calificativo para nuestros días, solo tómense un tiempo para reflexionar en mucho de lo que sucede en nuestra sociedad actual. Tomando como referencia en tal ejercicio otra frase cierta de San Ignacio de Loyola quien puntualizó que el examen de conciencia siempre es el mejor medio para cuidar bien el alma.
Pudiera ser una faceta de nuestra era o quizá la lenta muerte de la moralidad.
¿En verdad no nos importa?
En un mundo en donde en un país (Yemen) han perdido la vida alrededor de 85,000 niños por hambruna a causa de un conflicto armado perversamente financiado; y a muchos les pareciera más importante ver ¿cuál es la siguiente canción reguaetonera que pegará, quien será la próxima víctima de algo, a quien denostaré?
En verdad hay que replantearnos muchas cosas…
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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