México,(Notimex).- Hace 23 días, miles de centroamericanos salieron de casa en busca de un mejor futuro, el cansancio, el hambre, las llagas en los pies, la lluvia, la amenaza constante de no tener documentos migratorios y el intenso sol no han bastado para cesar sus ganas de lograr “el sueño americano”.

Muchos se han quedado en el camino, solicitaron la repatriación o se encuentran en albergues, un joven de 25 años murió al caer de un camión en movimiento. Nunca hubo cifras certeras de los migrantes que integraron la primera caravana que ingresó al país el 3 de noviembre, algunas instituciones calcularon 13 mil; tras mil 500 kilómetros a la Ciudad de México han llegado cerca de cinco mil.

En su camino por Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Puebla, los hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses, han vivido la solidaridad mexicana que les ha ofrecido sustento, transporte y un lugar para dormir.

En la capital del país, los migrantes no sólo han podido descansar y curar sus heridas, también han retomado los ánimos.

En el complejo ubicado en la Magdalena Mixhuca se han instalado comedores, servicios médicos, sanitarios, psicológicos y hasta religiosos, que han revivido el ímpetu de los caminantes; muchos al fin se han podido bañar y lavar su ropa que ahora se extiende en un tendedero infinito en las gradas del estadio Jesús Martínez “Palillo”.

Cortarse el cabello o atenderse un insoportable dolor de muela también es posible en el albergue que ha dividido opiniones entre los mexicanos que expresan su voluntad por ayudar o su descontento en redes sociales, “en México hay suficientes pobres como para ayudar a otros”; “donde come uno comen dos”.

La división se suma a la presión política de Estados Unidos, país receptor de migrantes que justo ahora se encuentra en un proceso electoral para definir a su Congreso, su presidente, Donald Trump, lo ha dicho: “No queremos más migrantes”.

En ese contexto los centroamericanos irrumpieron el tránsito migratorio de una manera distinta: se unieron, para evitar riesgos, para ser más visibles y más fuertes.

“Somos seres humanos”, recuerda Darwin en una fila antes de bañarse al aire libre bajo los rayos del sol otoñal de la capital.

La organización de la caravana internacional ha generado suspicacias, el propio presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, señaló que la caravana es movida por diferentes intereses, incluido el político.

“Se están aprovechando de las necesidades que históricamente hemos tenido. El tema migratorio continuará siendo nuestra prioridad”, aseguró.

Según los propios migrantes, la caravana se gestó en Honduras y se organizó a través de redes sociales, a ella, se sumaron otros países. De acuerdo con el Banco Mundial, esa nación tiene un ingreso medio-bajo que se enfrenta a desafíos significativos, con cerca de 60.9 por ciento de la población viviendo en la pobreza hasta 2016.

La situación se agrava en zonas rurales en donde uno de cada cinco hondureños vive en pobreza extrema con menos de 1.90 dólares al día, es decir, 37 pesos diarios.

Además, los hondureños relatan en entrevistas que huyen de la inseguridad y de las amenazas del crimen, el BM asegura que Honduras sigue teniendo una de las tasas más altas en el mundo con 43.6 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

Según cifras del Gobierno de la Ciudad de México 10 por ciento de los migrantes son niños, es decir, 450; hay bebés recién nacidos en el contingente, pequeños quemados por el sol, cansados y aburridos, ir a la escuela y tener un hogar fijo es aún un lejano destino para ellos, sus padres están decididos: “no vamos a parar hasta llegar al norte”.

Mientras tanto el día transcurre en el deportivo de la Magdalena Mixhuca; algunos juegan futbol, otros descansan o comen arroz con huevo entre el terregal, no saben a dónde seguir, esperarán a reunirse para conocer la decisión que se tome en conjunto con la organización Pueblo sin Fronteras, que los ha agrupado y liderado.