Ego político
“La ingratitud es hija de la soberbia”. Miguel de Cervantes Saavedra
Una política respetable representa la virtud en la toma de decisiones, representa voluntad personal para cumplir con la obligación pública. Una política digna se construye con conductas sensatas, desde la formación de ideas para romper con inercias obsoletas que seducen a las formas políticas para conservar el mismo fondo.
Una política respetable se mantiene mediante políticos respetados y honrados. Una política respetable honra la palabra y se sujeta al resultado mediante el hecho; se concentra en el momento actual para entender la realidad; deja de crear mediante el discurso escenarios futuros que no concuerdan con el presente social y político.
Por eso, quien hace de la política una actividad incongruente pone a la deriva el entendimiento y el acuerdo; usa de rehén a la confianza usando como herramienta de desentendimiento a la arrogancia. Quien ve a la política como una actividad discrecional limita de manera considerable los márgenes de maniobra del Estado para poner en marcha políticas públicas coherentes y sostenibles en el tiempo.
Tratar de generar una política confiable y respetable depende de enfocar necesidades inmediatas y, al mismo tiempo, generar planeaciones a largo plazo, pero cuando el ego político puede más que la sensatez, los diagnósticos se pierden, se confunden las prioridades públicas con las conveniencias personales, se distorsionan las ideas porque estamos acostumbrados a subsistir por inercias, a base de actitudes reactivas y no preventivas.
La arrogancia y el ego político son cómplices de la indiferencia social, incentivan la crisis de representatividad, hacen que la política carezca de legitimidad, condicionan a la ciudadanía haciéndola ver como espectadores de un juego en donde las reglas están a la mano del mejor postor.
La soberbia engrandece a quien ve en la política el escenario ideal para mentir o engañar, para aparentar que todo está bien y desacreditar al que piensa diferente; engrandece el ego de aquellos que ven en la ofensa la defensa de opinión.
Por eso, los políticos debemos de garantizar estándares mínimos de bienestar, con la capacidad de desarrollar normas y lazos sociales que permitan reforzar la acción colectiva, definir una agenda mínima sobre la cual se deben de desprender los grandes temas, un consenso mínimo desprendido de un diagnóstico real y sustantivo.
Si somos incapaces de establecer estos mínimos referentes, entonces el ego y la soberbia política seguirán reproduciendo viejas formas de exclusión, seguirán reproduciendo síntomas inequívocos de la falta de cohesión social y de la insensibilidad que exhiben los pocos resultados en materia social.
El ego en la política traiciona los principios, intercambia la realidad por percepciones personales a través de conclusiones subjetivas. Altera la mirada cuando la violencia se ve diariamente; altera el diálogo para convertirlo en discursos y monólogos. El ego distorsiona la capacidad para escuchar y reflexionar, hace que reaccionemos por impulso, que contradigamos lo que alguna vez prometimos como oferta política.
Una política respetable se merece, no se decreta ni se compra mediante espectaculares o spots. La política, cuando transmite humildad, genera respeto; cuando incentiva seguridad, garantiza derechos. Pensar con arrogancia que al político nada le cuesta y todo se le perdona es enjuiciar la actividad a un proceso de hartazgo y cansancio ciudadano.
La soberbia y la arrogancia hacen que el ego político sea más fuerte que la voluntad; hacen que las elecciones sirvan para exhibir más defectos que virtudes. La soberbia y la arrogancia silencian la crítica, condicionan la propuesta y condenan las reformas.
Suponer que la grandeza política es resultado de desprestigiar al adversario es señal de una conducta que no está dispuesta a ceder espacios. Es advertencia de que existe un ego político que no reconoce la exigencia de la pobreza, es signo de urgencia para darnos cuenta que la ingratitud política es el primer escalón hacia el olvido social.
@Alberto_Rivera2
Alberto Rivera
Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.
Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.
Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.
Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.
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