Los priístas quieren sangre
El pasado lunes, René Juárez Cisneros, presidente del Comité Nacional del PRI renunció a su encomienda partidista, apenas a 75 días de haber asumido el cargo. Juárez Cisneros, antes de irse, dio el diagnóstico final de su efímera gestión: “en el partido se infiltró la simulación y unos cuantos quieren involucrar al tricolor en una lucha intestina que daña la unidad de la militancia”.
Sin duda que esta elección presidencial fue la más accidentada para el Partido Revolucionario Institucional en toda su historia. El PRI pagó caro, muy caro, el precio de sus errores y excesos, además de no haber contribuido en los últimos seis años a resolver los problemas de corrupción, impunidad, violencia y pobreza en el país. Fue esta, pues, la crónica de una derrota anunciada para quien dirigió los destinos de México a partir del primero de diciembre de 2012 y terminará su encargo el próximo 30 de noviembre.
Este escenario ya se veía venir desde, prácticamente, el destape del candidato presidencial, José Antonio Meade Kuribreña, al más puro estilo priista: un personaje sin experiencia partidista, sin experiencia legislativa, sin conocer el entramado de la política mexicana y su único impulso para ser designado candidato, su amistad de más de 30 años con Luis Videgaray Caso, “asesor número uno” del presidente Peña Nieto, quien además de titular del ejecutivo federal, fue el líder moral del PRI.
Pero vamos por pasos. Enrique Ochoa Reza fue ungido presidente del PRI el 13 de julio de 2016, sin pasado partidista y venido de un cargo burocrático, como la Dirección de la Comisión Federal de Electricidad. El principio del fin para Ochoa Reza en el PRI sucedió el martes 13 de febrero, cuando la mayoría de los casi 200 diputados federales priistas le exigieron a su coordinador, Carlos Iriarte, que le pidiera al presidente Enrique Peña Nieto que “quite ya” al dirigente nacional del CEN PRI, Enrique Ochoa Reza, advirtiéndole que si él no se lo planteaba a Peña Nieto, ellos lo harían de manera pública. Los diputados dijeron sentirse “lastimados”, “agraviados” y “encabronados” con las formas en que el ex director de la Comisión Federal de Electricidad condujo al partido desde que sustituyó a Manlio Fabio Beltrones.
La estocada final se la aplicó el propio Ochoa Reza, quien durante un mitin en Tabasco, calificó de “prietos” a los priistas que se suman a Morena, y afirmó que “los prietos no aprietan”, frase por la que tuvo que ofrecer disculpas públicas.
Más tarde, el 26 de febrero de 2018, una de las corrientes internas del Partido Revolucionario Institucional pidió a José Antonio Meade tomar el timón de su campaña y no confundir a la ciudadanía prometiendo acabar con la corrupción mientras se postula a personajes que participaron en estafas maestras o que posean oscuras flotillas de taxis. La petición la realizó la corriente denominada ‘Democracia Interna’ mediante una carta firmada por Ulises Ruiz Ortíz, ex gobernador priista de Oaxaca y José Adolfo Murat Macías, diputado suplente de la actual Legislatura por la vía de representación proporcional, así como por otros 194 militantes.
Finalmente, a 59 días de la elección federal del primero de julio, Enrique Ochoa Reza dejó la dirigencia nacional del PRI y en su lugar fue nombrado el exgobernador guerrerense René Juárez Cisneros, quien se presumió muy cercano al candidato presidencial priísta José Antonio Meade. Ochoa Reza estuvo un año y diez meses al frente del tricolor y se fue en medio de una profunda crisis en el partido y un terrible descrédito político.
Primero, porque la campaña presidencial de José Antonio Meade nunca levantó. Y también, porque algunos de los cuadros que han renunciado al partido o se han inconformado con la selección de candidaturas, lo señalaron -a Ochoa Reza- directamente como el responsable de la debacle tricolor.
Mientras estuvo al frente del Revolucionario Institucional, Ochoa Reza sólo obtuvo las gubernaturas de Coahuila y el Estado de México aunque de manera bastante cuestionada. Además, se vio involucrado en polémicos escándalos por la millonaria liquidación que se “auto regaló” al salir de la Comisión Federal de Electricidad y por la posesión de decenas de placas de taxis en Nuevo León, a pesar de que no es residente de esa entidad.
Finalmente, y luego del descalabro político que sufrió el PRI en las elecciones federales del pasado primero de julio, diputados y senadores priistas exigieron que Enrique Ochoa Reza, ex líder nacional deje la diputación federal que ocupara por la vía plurinominal en septiembre próximo. Los priístas culparon a Enrique Ochoa Reza de la debacle electoral desde su llegada a la dirigencia nacional del PRI, la designación de candidaturas y maltrato a los cuadros del partido. De ahí que pidieron a Emilio Gamboa plantear a la actual dirigencia del PRI la petición para que Enrique Ochoa Reza no ocupe la diputación federal en septiembre y esta quede en manos de su suplente Fernando Elías Calles.
Pero en Tamaulipas la dirigencia del PRI en el estado no canta mal las rancheras. El PRI perdió todo, absolutamente todo: la presidencia de la república, las senadurías, todas las diputaciones federales y se quedó sólo con seis presidencias municipales. La mejor alcaldía es la de Miguel Alemán, que gobernará a partir del próximo primero de octubre Servando López Moreno. Aunque perdieron Tampico, Matamoros y Ciudad Victoria, que algunos calificaban como las joyas de la corona.
Circunstancialmente, las candidaturas a Diputado Federal del PRI peor calificadas, fueron las dos de Reynosa. En el Segundo Distrito Federal Electoral, Benito Sáenz Barella perdió frente a Olga Juliana Elizondo por más de 3 votos a 1. Pero la vergüenza mayor de Tamaulipas, fue para Gustavo Rico de Saro quien, como candidato a diputado Federal por el Noveno Distrito, mordió el polvo frente a Armando Zertuche Zuani por más de 6 votos a uno. Rico de Saro tristemente apenas pasó de los nueve mil votos, lo que hoy lo convierte en el pasivo más grande del PRI en Tamaulipas. Y eso sucede por querer correr antes de caminar.
Ello habla del desacierto, del mal tino que tuvo el PRI de Tamaulipas en la elección de sus abanderados, quienes con sus malísimos resultados llevaron al tricolor al sótano de los partidos políticos. Y en este escenario el dirigente estatal, Sergio Guajardo Maldonado tiene absoluta responsabilidad, razón por la cual hoy los militantes exigen su renuncia al Comité Directivo Estatal. Guajardo hizo mal su trabajo, no eligió los mejore cuadros y llevó, reitero, al PRI, al sótano electoral en Tamaulipas.
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