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Historias de corrupción

Por: Melitón Guevara El Día Viernes 11 de Mayo del 2018 a las 22:19

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Somos el país campeón de la corrupción. Corrupción que se manifiesta de muchas formas: tráfico de influencias, desviación de recursos públicos, enriquecimiento inexplicable. Ha dicho Enrique Peña Nieto que es parte de nuestra cultura; sin embargo, Andrés Manuel López Obrador, sentencia que no, que el Presidente no roba, nadie va a robar, ni un gobernador, ni un presidente municipal, vaya pues, ningún servidor público.

En la práctica se conocen historias de corrupción por un detalle elemental: con el sueldo que se obtiene de un trabajo es imposible que, al paso del tiempo, se pueda manifestar ser dueño de negocios, empresas, ranchos, departamentos, hacer viajes suntuosos, estrenar carro a cada rato. El hecho es que, hoy en día, la corrupción es parte sustancial de las campañas políticas y, ese hartazgo, es lo que tiene a más de un partido político derrotado.

LINEA DELGADA.

Por mi trabajo docente, como por la práctica de escribir, se tiene oportunidad de conversar con mucha gente. Y, hace muchos años, así fue como converse con el papa de una alumna; era el secretario particular de un delegado federal. Salió en la plática el tema de la conversación y me dijo: es un tema muy complicado, pero eso si, lo cierto, es que la línea entre la honradez y la corrupción es muy delgada.

Y me platico varios casos. Empezando, por ejemplo, que un servidor público es corrupto cuando, incluso, hace (o hacía) algo tan simple como sacar copias que no tienen que ver con el trabajo; cuando se trafica, se pide a un amigo, que nos ayude con un trámite a cambio o para burlar la una larga fila se busca al coyote. En fin, les comento dos casos que me describió de honestidad y de corrupción.

JEFE HONESTO.

En una oficina gubernamental, de esas en donde se aprueban contratos, un día que llego un empresario con un fajo de maletín repleto de dinero. Concedida la audiencia, explico al funcionario lo que hacía, como podía ayudarlo y, en reciprocidad, por el apoyo pues le dejaba un regalito. El servidor, un juarista, que vivía con la medianía de su sueldo, serio rechazo la oferta y le ofreció al empresario que se limitara a cumplir con las reglas de operación, que cumpliera con los requisitos… que así se trabajaba ahí.

Terminada la audiencia salió y pidió hablar con uno de los subalternos, conocido, amigo de otras épocas. Y hubo un acuerdo: una reunión posterior con varios de los subalternos, parte de la cadena de mando, y fueron ellos, si ellos, los que recibieron el “regalo” con el compromiso de que, en la medida que pudieran, le brindarían apoyo, protección, para que sus propuestas avanzaran. El dinero de todos modos, ahí se quedó.

EL RANCHO DEL JEFE.

En una reunión social un jefe externo entre sus amigos el deseo de comprar un ranchito, pequeño, donde pudiera tener una casita de campo y algunos árboles frutales. Paso el tiempo y un día, uno de sus amigos le dice: tengo un compadre, está necesitado, de urgencia está vendiendo un parte hectáreas cerca de la ciudad. Se pusieron de acuerdo, el fin de semana hacen la visita correspondiente y se hace el trato.

El jefe le toma cariño al lugar, va todos los fines de semana, hace carnitas asadas, invita a sus amigos. Total, un amigo le ofrece enviarle a un trabajador para que le arregle la noria; otro le consigue quien le ayude a limpiar y preparar la tierra; de pronto, uno más le ofrece arbolitos frutales, baratos, hasta la ayuda a plantarlos… así, hasta que meses después, otro le ofrece un sistema de riego usado, puesto que él va a modernizar el suyo. Así, para cuando acuerdo, ya tiene un predio, con casita confortable, una pequeña huertita… obvio, se siente agradecido con sus amigo, así que –en la medida que puede- les facilita trámites, les aprueba contratos… Todos ganan, pues.

RATERO, NO TONTO.

Cuentan que en la época porfirista Luis Cabrera –con el seudónimo de Blas Urrea-, acuso a un funcionario de gobierno de ser corrupto, de hacer tranzas, y de respuesta recibió la invitación a que le revisara las cuentas, que demostrara su dicho. Contesto Cabrera: lo acuso de ratero, no de tonto. Y es, es, precisamente lo que le sucedió a Rene Delgado en el programa de Tercer Grado (confieso que no lo vi, pero lo leí). La señalo a José Antonio Meade la corrupción de Carlos Romero Deschamps. Y el candidato priista le contesto: si tiene pruebas de eso, debería de poner una denuncia. Lo ven lo evidente porque son cómplices.

meligue@prodigy.net.mx

http://melitonguevara.blogspot.mx/

Melitón Guevara Castillo

Licenciado en Administración Pública (UAT),  Doctor en Comunicación y Periodismo (Universidad de Santiago de Compostela).

Profesor Emérito de la UAT. Líder del Grupo de Investigación “Democracia y Comunicación Política” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Victoria, Tam.,).

Representante en Tamaulipas de la Red Nacional de Investigadores de la Calidad de la Democracia.  

Escribe la columna política DESDE ESTA ESQUINA, desde 1984 en El Diario de Cd. Victoria y actualmente en Hoy Tamaulipas.

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