Las recetas de la revolución
Dicen que fue, junto con la revolución rusa, una de las más grandes revoluciones del siglo pasado. Ha sido calificada como revolución a medias; descalificada como revolución burguesa. Adolfo Gilly escribió un libro que es un clásico donde la define como una revolución interrumpida. Arnaldo Córdova la ha magnificado como un movimiento revolucionario que generó una ideología cuyos portadores gobernaron al país durante largas décadas y el PRI, heredero del PNR y del PRM, se desdibuja ante el avance de los partidarios del capitalismo salvaje.
Todos los medios dedican generosos espacios durante estos días sobre uno de los movimientos sociales más relevantes de la historia nacional. Los expertos harán aportaciones sobre los logros, las desviaciones, los fracasos y el posible futuro de nuestra revolución. Por eso, ante la abundancia de materiales densos quiero dedicar esta columna a temas menos sofisticados pero muy importantes como son los alimentos que consumían los revolucionarios. Dulce Fabiola Vega nos ilustra sobre el tema en un texto publicado en foodandtravel.mx donde afirma:
“El paso del tiempo ha forjado a nuestra gastronomía, la cual no sería la misma sin todos los acontecimientos históricos que la han fortalecido. La Revolución Mexicana, originada en el año de 1910, es un gran ejemplo de la resiliencia que nuestra cocina ostenta, pues ha salido victoriosa ante la adversidad. ¿Por qué? Tan solo pensemos en el papel que desempeñaron las emblemáticas Adelitas, mujeres revolucionarias sin cuya ayuda, habría cambiado dramáticamente el resultado del conflicto armado. Imagina la situación: largas jornadas caminando, sin cocina en forma disponible; con ingredientes escasos, tales como la colección de semillas y especias que llevas en tu bolso, algunas tortillas, chiles secos y frijoles que conseguiste por medio de trueques, y los quelites como las verdolagas que recolectaste de los campos mexicanos.
Probablemente ahora no te sea tan difícil preparar una quesadilla de frijoles con verdolagas – sí, sin queso-, sin embargo, en aquella época las Adelitas utilizaron toda su creatividad para dar vida a platillos como las gorditas, antojitos, los caldos y los atoles para dar fuerza a los combatientes. De hecho, diversas fuentes históricas aseguran que estas mujeres llevaban consigo ollas, comales y piedras que pudieran servir como metates y molcajetes. Algunos ejemplos de platillos, son los favoritos de Emiliano Zapata, quien adoraba el atole de ciruela o de elote, endulzado con piloncillo o azúcar y hecho en una olla de cobre. Al igual que la salsa de tomate con jumiles, es decir, insectos voladores con gran contenido proteico.
Es importante tomar en cuenta que existieron variaciones de la dieta dependiendo de la zona de la República; como Sinaloa, Sonora y Baja California que se sostuvieron comiendo trigo, carne seca y mariscos. Mientras que los estados del centro del país, adaptaron sus comidas con jumiles, ranas y charales. Varios platillos surgieron durante la época revolucionaria; uno de ellos al parecer fue el burrito.
De acuerdo con relatos populares, esta preparación surgió en el norte, cuando un vendedor de comida decidió aportar algo al ejército, preparando tortillas rellenas de carne, arroz y frijoles, y llevando este platillo abordo de su burro, característica que le valió el nombre. Otra receta que surgió en este tiempo fue la discada, típica del norte, la cual es una combinación de res, tocino, jamón, chorizo, cebolla, chile jalapeño y tomate, ingredientes que iban guisados en un disco de arado. ¿Crees que ha cambiado mucho la gastronomía mexicana de antes a la actualidad?”
Por su parte, Fernando Ballesteros nos habla del monumento a la Revolución: “Abandonado, olvidado y rescatado, este icónico landmark de la Ciudad de México ha vivido mucho y hoy está dispuesto a contarnos todas sus historias. Nos transporta a un pasado remoto que se convierte en realidad. Todo comenzó cuando el presidente de la República, Porfirio Díaz, convocó un concurso internacional para realizar la nueva sede de las cámaras de diputados y senadores, en la que se conmemorarían los 100 años de la Independencia de México.
El reconocido arquitecto francés Émile Bérnard ganó y realizaría el proyecto del Palacio Legislativo Federal que prometía ser un edificio suntuoso con más de 14 mil metros cuadrados.Sin embargo, la Revolución Mexicana se metió en el camino y la construcción se quedó sin recursos. En 1912 se abandonó la obra y solo quedaron los restos de una estructura metálica incompleta. Al término de la Revolución, Bérnard le propuso al presidente Álvaro Obregón, continuar con la construcción y adaptar la estructura para convertirla en un panteón para conmemorar a los héroes de guerra. Sin embargo, poco tiempo después ambos murieron y los planes permanecieron en el abandono.
Hoy en día muchas de las esculturas previstas para ornamentar el Palacio Legislativo están dispersas en la ciudad; la representación de la juventud y madurez, en el Palacio de Bellas Artes, el águila prevista para la cúpula, en el Monumento a la Raza y los leones, en la escalinata al Castillo de Chapultepec. Fue hasta 1933 cuando apareció el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, quien rescataría la obra para reinterpretar la estructura convirtiéndola en un espacio público para conmemorar el movimiento revolucionario. Se inspiró en el movimiento artístico del art decó junto a una nueva expresión de la arquitectura mexicana, retomando elementos prehispánicos como el uso de piedra negra volcánica.
Fue en 1936 cuando el Monumento a la Revolución se convirtió en un mausoleo en donde yacen los restos de las figuras más representativas de los ideales revolucionarios. Venustiano Carranza, Francisco I Madero, Plutarco Elías Calles y Pancho Villa, fueron colocados dentro de las criptas en la base de los pilares. Dos años después se concluyó la obra y desde entonces se convirtió en un mirador público que duraría hasta 1970, pues este quedó en un abandono temporal. En el año de 2009, existieron campañas de rescate del inmueble para conmemorar el Bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución.
Comenzaron labores de restauración y remodelación para integrar nuevos accesos por la rampa principal por la Plaza de la República y el acceso al mirador panorámico por el elevador. En la actualidad el Monumento a la Revolución se presenta como un espacio en donde se presentan distintas obras de arte plástico y urbano, espectáculos de luces, fuentes brotantes, acceso al museo, diversas exposiciones, proyecciones de cine y conciertos. Te invitamos a conocer esta icónica estructura que no dejará de sorprendernos con sus historias cambiantes”.
Correo: amlogtz@gmail.com
Ambrocio López Gutiérrez
Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de Ciencias, Educación y Humanidades.
Para que HOYTamaulipas siga ofreciendo información gratuita, te necesitamos. Te elegimos a TI. Contribuye con nosotros. DA CLIC AQUÍ