Volver al futuro…
Leía y veía artículos e imágenes sobre la oleada de violencia que invade a nuestra otrora pacífica ciudad capital y en momento de pasmo e incredulidad de repente me transporté al pasado. Repentinamente me encontré pensando y reviviendo mi vida en mi época de niñez y adolescencia, de igual manera contemplando en que tan diferente era esa época comparada con la actualidad. Aún que hemos crecido poblacionalmente en realidad nuestra ciudad no ha sufrido cambios muy radicales en cuestión de desarrollo urbano, entonces no es difícil situarse en aquella era y compararlas. Recordé que Victoria en verdad era una ciudad amable, nunca perfecta claro pero si un lugar en donde se respiraba tranquilidad y una notoria seguridad social. Es más, mantenía una esencia de pueblo, se seguía apegando a sus inicios desde cuando fue fundada; mucha gente sentada en sus banquetas con las puertas abiertas, saludando amablemente a todo aquel que pasara, familias enteras y niños caminando sus calles y avenidas con una despreocupación que pocas veces se encontraba en otro lugar. Cosas como ir a la tiendita por neceseres o ir a la tortillería siendo un niño era algo que no causaba gran consternación a los padres.
En verdad persignarse por el paso de una ambulancia era algo que muy esporádicamente se tenía que hacer, enterarse de una trágica situación causaba revuelo debido a la poca incidencia de estas, se corría la voz y era algo que asombraba por meses mientras la calma ciudadana continuaba. Aún que actos de violencia se suscitaban, para nada era el gran temor de saber que en cualquier rato te pudiera tocar estar en medio de una balacera. Se veían películas con cierto grado de violencia social en ciudades grandes, imaginándose uno lo que sería ver helicópteros y toda la parafernalia policiaca, nunca pensando que nuestra hermosa y pacífica capital llegaría a ser una de ellas. Ya adolescente, uno podía caminar por muchas partes de la ciudad en la noche con un sentimiento de paz, el miedo lógico de toparte con alguien borracho, un pandillero, estaba presente pero no era algo que quitaba nunca el sueño, había ambiente nocturno con discotecas, antros grandes, etc., el rol en el 17 los domingos y una posibilidad de disfrutar una ciudad chica (Vicky ranch le siguen llamando muchos) pero bella por su amabilidad y cofradía.
Gente que venía de fuera en verdad se maravillaba con la tranquilidad, lo que no teníamos, (todavía) un desarrollo urbano notable, totalmente se suplía con la sensación de vivir en una ciudad segura, bonita y en verdad amable. Y si eso era así en mis días de niñez y juventud, ni se diga años más atrás, por algo ciudad Victoria en verdad representaba fielmente su conocido lema.
Así es, en un instante reflexivo me transporté al pasado, con enorme nostalgia y tristeza vi una realidad que para las nuevas generaciones en verdad sería difícil de creer y/o comprender. Y mientras regresaba al futuro del viaje mental en el tiempo que emprendí, regresé para contemplar que aquellos helicópteros policiacos de las películas ahora vuelan por nuestra ciudad, las sirenas ya se volvieron sonidos habituales de casi todos los días, ya los padres le piensan enormemente dejar ir solos a sus hijos a cosas tan simples como las tortillas y/o la tienda. El hermoso verde de las montañas ahora lo vemos entre nosotros reflejado en los uniformes de elementos del ejército que tienen que patrullar las calles para tratar de menguar lo que ahora parece no tener fin. La una vez conocida ciudad amable, ciudad bonita, parece haberse mudado de esa piel y ahora lo que queda es una horrífica serpiente, que con duro agarre aferra sus colmillos y a su vez sigue inyectando un veneno letal que pudre lenta pero efectivamente a su huésped.
Volví al futuro para ver la ciudad que tanto amo muy cambiada, para contemplar a mi adorado estado en la misma situación y para muy tristemente presenciar que mi hermoso país está sumido en una crisis social y de inseguridad sin precedentes. En verdad me intriga poder saber ¿qué fue lo que pasó, cuando y donde fue el punto de quiebre en esta macabra transición y por qué parece que más que arreglarse empeorara cada día? ¿Seremos tan displicentes como para permitir siga succionándonos esta perversa vorágine de inseguridad, corrupción e impunidad, que nos falta para remediar la situación, hasta donde tendremos que llegar para despertar?
Este viaje mental en el tiempo en verdad a mí me puso fuertemente a reflexionar y plasmándolo en esta colaboración escrita espero y pueda tener el mismo efecto en todos aquellos que anhelan vivir en una sociedad no solo más pacífica sino de mayor hermandad. Porque tristemente sé que el caso de ciudad Victoria se replica en mucha parte del territorio estatal y nacional y en nosotros está la voluntad de hacer algo en este presente para poder aspirar a un futuro más halagador. Por nosotros, por nuestras familias, por nuestro estado, por nuestro país, por nuestro mundo.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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