Un cambio que no llega…
Generar un verdadero cambio en cualquier ámbito de nuestras vidas, conlleva un verdadero compromiso personal de primeramente ser reflexivos y autocríticos, asimilando de una manera coherente y racional todo aquello que se sabe no se estaba haciendo bien y en lo cual se quiere mejorar. El saber que nuestra vida siempre ha estado plagada de etapas evolutivas en donde especies se han extinto y el entorno se va modificando según los ciclos es ser conscientes de que toda nuestra existencia es un proceso y en él debemos de aprender a adaptarnos y ser capaces de modificar nuestras vidas según las circunstancias. Desde que uno nace solo una cosa tenemos asegurados en nuestras vidas, el fenecer, lo demás lo iremos llenando según vayamos creciendo, esculpiendo nuestra longevidad con decisiones que nos lleven a ello y sujetos a los imponderables de nuestra existencia.
El mero hecho de decir y/o pregonar que se modificará algo sin tener la intención de hacerlo, pues simplemente resultará en un mayor deterioro del ambiente, jugando un juego de simular para mantenerse vigente en lugar de trabajar realmente para generar un cambio necesario. Se sigue haciendo por que los demás actores se mantienen silentes, decepcionados, conformistas y por demás displicentes, es como presenciar una obra de teatro ya vista en repetidas ocasiones y todavía sentirnos afectados por su trágico final. Nosotros decidimos seguir viendo la misma obra y aun así nos indigna el que todavía la sigan pasando.
Pareciera muchas veces que en nuestro país vivimos en un plano existencial repetitivo, congelados en tiempo y espacio y aún que añoramos una evolución cualitativa, nos envolvemos en un eterno abismo de lo mismo. Pasan años y la tecnología avanza y el entorno se modifica, pero el trasfondo social sigue siendo aquel de hace cientos de años. A pesar de un brutal saqueo, seguimos viviendo en una tierra bendecida que por su naturaleza nos brinda recursos abundantes, pareciera que a veces lo aprovechamos, pero al final, seguimos en el sendero de la perdición espiritual colectiva, subyugados a nuestros propios demonios; esclavizados, conquistados, encapsulados en una sátira perversa existencial, de la cual no nos queremos deshacer.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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