Hace un par de meses mi madre me invitó a ver junto con ella la novela “Moisés y los diez mandamientos”, al principio le espeté una evasiva “¡Esa historia ya me la sé!”; mi madre añadió “¡Esta historia es más interesante!”. Mi madre no ha sabido explicarme algunas cosas que yo considero debiera decirlo de otra forma, como por ejemplo aquél día en que me dijo “tú huyes de ti mismo”, en lugar de “tú eres tu propio enemigo”, ello en razón de que el hombre siempre será su propio enemigo tratándose de superación personal.

Ahora mi madre salió con “esta historia es más interesante”, enseguida te explico qué es lo que veía mi madre muy interesante. La historia bíblica de Moisés y los diez mandamientos es sabida por todo el mundo (eso creo) sólo que esta historia o novela brasileña bajo la adaptación libre de Vívian de Oliveira, protagonizada por Guilherme Winter, Sérgio Marone, Camila Rodriguez y Giselle   Itié como principales protagonistas, tiene un enfoque más humano, desde mi particular punto de vista, luego de que Moisés vive en Egipto,  cuando se ve obligado a cruzar el desierto para que no lo mataran, hasta cuando conoce posteriormente a Zípora, una pastora de Madián quien se convierte después en su esposa.

Hasta esta etapa de la historia me parece que el lado humano se encuentra presente, sobre todo y principalmente en lo concerniente al  trato del pueblo hebreo, más adelante resaltaré algunos detalles sobre este punto de vista. Mi madre tenía razón, algo había interesante en la novela.

Las historias o películas anteriores a esta novela me hicieron ver y creer que los egipcios eran muy sanguinarios, perversos, etc. y que los hebreos no tenían derecho ni a respirar. Cuando Moisés estuvo como príncipe de Egipto junto con su tío Ramsés, esa relación vista desde las historias anteriores, siempre fue una verdadera lucha de odio y de envidia por parte de Ramsés.

Ahora, la historia escrita por Vívian de Oliveira, bajo la dirección general de Alexandre Avancini cambia totalmente esa idea, pues presentan una historia más humana, menos encarnizada, donde la familia del futuro Libertador, o líder hebreo conviven entre sus familias hebreas, bailan, cantan, se casan, se enamoran, sueñan, duermen, despiertan, las mujeres tienen hijos,  gente muere, bebés nacen. Ramsés  junto con Nefertari quieren, aman a Moisés, hasta cierto punto han cuidado de que la familia de Moisés sobreviva. Pudieron haber aniquilado a la familia hebrea desde el momento en que se supo que Moisés era parte de ellos. Henutmire ama profundamente a su hijo adoptivo (Moisés).

Hubo mucha gente que amó a Moisés en el reinado del poderoso faraón Seti I. Lo más probable es que mi madre quiso explicarme que la historia de la novela que estaba viendo era “más humana” que las películas conocidas. Eso cambia la perspectiva.

Pocas veces acompañé a mi madre a ver la novela en el horario de 7 a 8  de la noche.  

Lo cierto es que ver esa parte de lo humano es interesante. En la novela Moisés es un joven de gran talento, seguro de sí mismo, joven, inteligente, educado, reflexivo, sobre todo, un ser humano que ve la necesidad de su pueblo hebreo, una persona que tras huir de Egipto y deambular por el desierto pone a prueba todo su conocimiento aprendido, eso lo hace aún mejor ser humano.

El desierto fue la prueba de fuego para él. Si la sabiduría que había adquirido durante su formación de niño, adolescente y de joven valía la pena, era el momento adecuado para demostrarlo, eso quiere decir mucho. Un hombre puede valerse por sí mismo cuando sale de la zona de confort y se enfrenta al mundo; los conocimientos y la fe van de la mano para poder sobrevivir y no precisamente  en el desierto. Moisés y los diez mandamientos es una historia más humana, una historia con una reflexión muy apropósito para los tiempos que estamos viviendo. ¡Hasta pronto!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.