Colosio, historia e hipocresía
Otro 23 de Marzo llega y ahora ya son 23 años del trágico suceso que cimbró la conciencia de miles de personas así como de toda una nación. El deceso del hombre de nombre Luis Donaldo, aún cala profundo en los corazones de todos aquellos que anhelamos un verdadero cambio cualitativo para nuestro amado México. No es el hecho de seguirse aferrando a sucesos pasados sino más bien el no olvidar que para generar un real cambio necesitamos la congruencia de reconocer nuestras fallas y carencias, de asimilar que no hemos hecho lo suficiente como sociedad para que esto ocurra. Luis Donaldo Colosio Murrieta fue un hombre que vio a un México con hambre y con sed de justicia y que no solo no fue silente sino trabajó para crear una nueva etapa para la vida de la república, alguien quien apegado a sus valores e ideales, alzó su voz con singular pasión y coherencia, para después verse envuelto en un terrible asesinato que hasta la fecha no tiene una congruente explicación. Por su puesto que perfecto no era y sus cuestiones negativas debió de haber tenido, cual ser imperfecto que somos todos, pero si era una persona que necesitábamos en aquel momento y que tristemente hasta ahora seguimos esperando.
Donaldo, como tengo entendido su padre lo llamaba, quiso cambiar primeramente al partido que representó, devolviéndole su lugar merecido a sus bases y pregonando que para que se pudiera realmente consolidar una democracia partidista, se tenía que ser incluyentes y no elitistas. Luchó por que fueran estas mismas bases quienes tuvieran el poder de selección y decisión, para que el PRI se transformara en un partido más ecuánime en cuanto a la toma de decisiones en sus procesos internos políticos. Él quería a su partido y por ende sabía que para que siguiera existiendo una empatía sincera con la ciudadanía, tenían que demostrarlo primeramente en su accionar. La doble moral o el doble discurso era algo que le preocupaba, era una forma equívoca de conducirse que solo los llevaría al distanciamiento ciudadano y que al pasar de los años demostró ser la piedra angular de una etapa de decadencia de imagen y credibilidad de no solo dicho partido sino del sistema partidista en general.
Su esencia rebasaba los límites de colores, su mensaje conllevaba una universalidad que termino permeando en gran parte de una sociedad que clamaba por un cambio y que necesitaba que las palabras trascendieran a acciones contundentes. Es por ello que el discurso memorable de aquel 6 de Marzo del 94, cimbró no solo la mente de miles de mexicanos sino se albergó en nuestros corazones.
Aquellos que nos identificamos con su ideología y valores, 23 años después aun lo recordamos, aun resentimos su cobarde asesinato, aun vemos a un México necesitado de profundos cambios, a una nación que exclama por mayor justicia, igualdad y prosperidad. Y en este tenor que quede claro algo, la culpa de esto no solo se limita al manejo que se le ha dado a los asuntos de nuestra nación sino a la pasividad, permisividad y letargo con el que como sociedad hemos sido participes de encontrarnos en las condiciones en las que estamos.
Si en tu jardín te das cuenta que crece mala hierba y que si no la podas a tiempo extenderá poco a poco su maleza en prejuicio de la tierra y de las demás plantas que en él coexisten, pero al final no haces nada ¿De quién es la culpa?
Y esto trasciende preferencias políticas y/o ideologías, de una u otra manera todos cargamos con algo de culpa, unos por delinquir, otros por ser coparticipes y los demás por saber que todo esto pasa y no hacer lo suficiente para ponerle un alto y enmendarlo. Las sociedades en el mundo que han logrado una estabilidad económica y social, lo hicieron generando una verdadera conciencia colectiva, unificaron criterios a pesar de sus diferencias personales e ideológicas por el beneficio del colectivo social. En otras palabras, se pusieron de acuerdo y decidieron hacer equipo anteponiendo los intereses de su país así como de una mejor vida por encima de los personales. Que gusto me daría el poder llegar a ver que nosotros fuéramos capaces de llegar a un entendimiento social, que nos dejáramos de fregaderas como coloquialmente decimos y nos hermanáramos por el bien común. Que dejemos de ser una sociedad como el ejemplo de los cangrejos en la cubeta, que en lugar de darnos la mano para todos salir, nos seguimos jalando, tropezando o de plano conformando con seguir igual.
En mi humilde opinión, la mejor manera de conmemorar el legado de una persona, en este caso Luis Donaldo Colosio Murrieta, no radica en el hecho de mencionarlo continuamente en discursos de tinte políticos, poner su imagen constantemente en los eventos o expresar empatía con sus ideales y no hacer nada; la mejor manera de rendirle un sincero tributo, es continuar aquello que se truncó, recoger la estafeta y tomarla con decisión, buscando siempre el bien común y estar dispuestos de hasta nuestras vidas dar por la hermosa y gloriosa nación la cual nos vio nacer y nos presta su tierra como hogar.
Mi sincera admiración, respeto y gratitud
Poco lo comento pero en esta ocasión quisiera agregar en el marco de dicho aniversario luctuoso, que aquellos que ponen en duda o tela de juicio la integridad, carácter y raciocinio de Colosio, ojala tuvieran la oportunidad de conocer y conversar con su familia. Traigo esto a colación por que al hacerlo, uno inmediatamente se da cuenta y refrenda el por qué él era así, en verdad es una familia que se maneja con muy altos valores, respeto y amor. Las enseñanzas instruidas por parte de Don Luis Colosio así como Doña Ofelia Murrieta (Que en paz descansen siempre), permearon de una manera hermosa en su linaje. Para todos ellos mi más sincero respeto y genuina admiración y de manera muy especial, para las Sras. Laura Elena y Martha Colosio Murrieta, por tener la oportunidad de amistar, agradeciendo su gran gentileza y sus siempre positivos consejos y parabienes.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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