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Orígenes de la transición

Por: Ambrocio López El Día Miercoles 18 de Enero del 2017 a las 12:16

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El exgobernador Tomás Yarrington Ruvalcaba no es un prófugo cualquiera pues es abogado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y economista por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), es un prolífico articulista como lo demuestra en los párrafos seleccionados (de una ponencia) y tomados de una de sus páginas oficiales de internet donde el entonces precandidato presidencial analiza la situación previa a los comicios de 2006.

“Los orígenes de la transición democrática electoral mexicana pueden remitirse hacia finales de la década de los setenta. Desde 1977, con la creación de los diputados de partido. El régimen dominado por el Partido Revolucionario Institucional, empezó a tomar claras medidas para garantizar una integración más diversa del poder y competencias electorales más transparentes y equitativas. Esta dinámica, dónde se pactaban nuevas reglas, nuevas instituciones o figuras legales en fechas previas a elecciones nacionales, fue una constante de la transición mexicana hasta julio del 2000.

Hubo seis reformas electorales en casi veinte años de 1977 a 1996. (77, 86, 89–90, 93, 94 y 96). Lo anterior, como toda acción tempestiva, rindió frutos notables. Desde 1989 el poder político en México empezó a ser un poder compartido. El acuerdo de nuevas leyes para competir, generó que hacia 1999 los partidos distintos al PRI gobernaran 10 de las 32 entidades de la Federación, así como 583 municipios que concentraban el 46.46% de la población. La transición electoral fue una transición pactada y quizá el logro más destacado de esa serie de pactos, fue la creación del Instituto Federal Electoral.

Ante la creciente pluralidad del país, y en previsión de contiendas electorales más reñidas, un nuevo pacto en noviembre de 1996 llevó a la plena ciudadanización del IFE y a la promulgación de una nueva Ley Electoral, que es la que tenemos vigente hasta la fecha. El pacto de noviembre de 1996 sentó, a tiempo, las bases para garantizar la estabilidad de la transición democrática en un escenario donde la contienda electoral federal de 1997 generó el primer gobierno no unificado de nuestra historia moderna.

Es decir, la primera ocasión que el presidente de la República no disponía de una mayoría legislativa que lo respaldara. Las tres últimas comparecencias del presidente Zedillo ante el Congreso de la Unión, fueron contestadas por diputados presidentes de la mesa directiva de partidos distintos al de él; en 1997 Porfirio Muñoz Ledo, en 1998 Carlos Medina Plascencia y en 1999 Ricardo García Cervantes. En ese contexto, el IFE fue una acción claramente tempestiva, un esfuerzo para crear instituciones que fueran un paso delante de los dilemas y retos que la transición electoral enfrentaría más adelante.

Me explico. Elecciones cada vez más competidas requerían un árbitro institucional confiable y aceptado por todos, y el acuerdo político que creó al IFE respondió a ese obvio escenario futuro. En julio del 2000 la existencia previa de un sistema de administración y conteo electoral creíble fue uno de los factores esenciales que explican el éxito, de la transición democrática mexicana por vías institucionales y pacíficas. El triunfo de Vicente Fox y su reconocimiento inmediato por otros partidos políticos, especialmente el PRI que dejaba el poder después de 70 años, fue resultado de la acumulación paulatina y, sobre todo, previsora de acuerdos.

Las acciones y acuerdos “a tiempo” en la arena electoral, cosecharon el éxito notable de la alternancia en el poder, sin embargo, la ausencia de pactos similares en la arena de la gobernabilidad es lo que ha detenido el avance económico y social de la democracia mexicana. En 1988, por primera vez bajo el régimen priista, el presidente de la República perdió la mayoría constitucional en el Congreso (2/3 del total de los escaños), pero ninguna modificación institucional de largo plazo se pactó o acordó para enfrentar las consecuencias en el gobierno de la pluralidad.

En 1997, se generó el primer gobierno federal no unificado, donde el presidente de la República no disponía de mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Esta tendencia se agudizó aún más en el 2000 y en el 2003, colocando al partido del presidente en posición minoritaria en el Poder Legislativo, y dando origen a un crónico gobierno dividido en México”.

Según tomasyarrington.org, un pacto hoy para los dilemas de gobernabilidad mañana, rescataría lo mejor de las tradiciones de la transición electoral mexicana. Haría, por fin, que gobiernos plurales sean también gobiernos de resultados. Que alcancemos o no esto, dependerá en gran parte del perfil de los partidos rumbo al 2006, y especialmente de una reforma priista pendiente, ese es precisamente el tema de la segunda parte de esta ponencia”.

Correo: amlogtz@prodigy.net.mx

Ambrocio López Gutiérrez

Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios  electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de  Ciencias, Educación y Humanidades.

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