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Las razones del príncipe

Por: Ambrocio López El Día Viernes 18 de Noviembre del 2016 a las 13:42

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Con “Los Presidentes”, Julio Scherer nos comparte un largo anecdotario que da cuenta de su relación con cuatro mandatarios de esta Nación; mejor dicho, su relación con tres jefes del Estado mexicano, y su no relación con otro más, el presidente en turno al momento de escribir el libro; particularmente en la parte que corresponde a este es donde se percibe la inclinación del ex director de Excélsior por caminar por los pasillos y las alcobas del palacio del Príncipe.

Es muy rico en detalles para conocer el tipo de convivencia que existía entre un medio de comunicación que se distinguió por mantener una línea editorial mucho más independiente que el resto de los medios, y el poder representado en su máxima expresión por el Presidente de la República; gracias a la honestidad del autor es posible ver cómo ni siquiera Excélsior –y posteriormente Proceso-estuvieron al margen de las presiones, del control y las amenazas que desde una presidencia todopoderosa se quería imponer a los periodistas; tampoco rechazaron del todo los coqueteos e intentos de seducción desde el poder y de aquellos que podían representar una fuente importante de información

Las anécdotas se suceden interminables y en ocasiones sin un orden lógico, cronológico o temático; de cualquier modo, es un recuento muy rico en información y revelador del poder que también un periodista es capaz de alcanzar al frente de un medio de comunicación; en momentos de fuerte tensión (septiembre de 1968), Díaz Ordaz buscaba formas de presentar una cara más amable ante el público; a través de (Emilio) Martínez Manautou, Scherer recibió la instrucción presidencial de publicar una entrevista que tuvo Díaz Ordaz con el torero Manolo Martínez.

Afirma que la entrevista “tuvo el despliegue de un suceso” y en otro párrafo cuenta cómo lo publicó el periódico “Esto”; narra que cuando Elena Poniatowska le pidió fotografías para ilustrar su libro “La noche de Tlatelolco”, Scherer le pidió que no divulgara el origen de las fotos; era parte de un sistema de equilibrios difícil romper; el periodista relata el ambiente de acoso que se generó tras el dos de octubre y menciona una comida a la que convocó el presidente a representantes de los medios de comunicación tres días después; (Gustavo) Díaz Ordaz no llegó pero su jefe de prensa se encargó del asedio al hablar de subversión, deslealtad, desorden, caos, patria, libertad, lealtad, patriotismo y razón de Estado; “no hay brutalidad que ampare la razón de Estado, le dije o le grité quizá”, refiere Scherer.

Poco sabíamos de la vida pública de los presos políticos, menos aún de su intimidad, y habíamos evitado entrevistas con ellos; habíamos permanecido en la calle, presos nosotros frente a su cárcel; sabía bien que en nuestras manos había estado la decisión de cumplir o no con ese trabajo, pero también sabía que el presidente no había propiciado el mejor clima para el desarrollo de una información irrestricta”; Luis Echeverría fue un político capaz de decir que Excélsior se convertiría en un factor para enfrentar los retos que le esperaban como presidente y no se cansó de repetir que sería absolutamente respetuoso de la libertad.

Se conocía de su fama de servil, cuando fue secretario de Gobernación de GDO, pues trabajaba larguísimas jornadas y siempre estaba pendiente de los deseos de su jefe; “casi no duerme ni orina, si no quiere”, se decía; juntos, LEA y Díaz Ordaz ya habían buscado la forma de crear problemas a la directiva de Excélsior en 1969, apoyados en un grupo de cooperativistas que habían sido expulsados con anterioridad; uno de los protagonistas se lo relató a Scherer muchos años después; Echeverría pasará a la historia como el presidente que descabezó y desarticuló al periódico más influyente e independiente del país de ese momento.

El ex secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, en su lecho de muerte dijo a Scherer que Echeverría defendió lo que combatió, y combatió lo que defendió; “no fue un hombre leal”, le dijo; el periodista da cuenta de una estrecha relación con el presidente (José) López Portillo, con quien además tenía parentesco, eran primos; lo llamaba Juliao; sus problemas con el primo habían empezado antes de que fuera candidato; Scherer encabezaba ya la revista Proceso, la cual empezó a editar en noviembre de 1976; conoció que se tenía en mente la implementación de nuevos impuestos (el IVA y un gravamen sobre el patrimonio), lo cual quedaba en el campo de acción de JLP, entonces Secretario de Hacienda.

En los días previos al destape, LEA como López Portillo tuvieron para Scherer “pruebas de confianza extrema”; le confió Echeverría que el candidato sería su amigo de la infancia y le pidió que Excélsior publicara artículos y caricaturas dando a entender quién sería “el tapado “y hablando de sus propuestas; Excélsior lo hizo a través de Ricardo Garibay y de Marino; ya con JLP presidente, la historia se repetía; el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, le decía a Scherer y a (Vicente) Leñero que Proceso no podía manejarse como le viniera en gana, más allá de las reglas del sistema y los amenazaba con retirarles la publicidad.

El periodista hace mención del papel que jugó Luis Javier Solana en ese momento; era el jefe de prensa del presidente y a través de insinuaciones, advertencias, amenazas “de buen estilo “quiso intimidar hasta que asestó el golpe: el gobierno retiraba la publicidad a Proceso”. Fue famosa la frase de López Portillo en una comida del día de la libertad de prensa: “no pago para que me peguen”; en el libro editado por Grijalbo (2015), Scherer menciona el caso de Arturo Durazo Moreno, amigo de la juventud del presidente y su director de la Policía capitalina.

Para el recién fallecido periodista, el policía (Durazo) era el prototipo de la corrupción pues eran conocidos sus abusos como encargado de combatir el narcotráfico en el aeropuerto; las propiedades que tenía tanto en la ciudad como en Zihuatanejo y su relación con los reporteros, entre quienes incluso repartía droga; Scherer tuvo un encuentro con él en la casa de Ángel Trinidad Ferreira, su compadre; el momento fue de tal forma tenso y agresivo que terminó con el siguiente diálogo: -no se enoje, general, disculpe; -no me enojo, al contrario; usted me gusta pa´puto y me lo voy a coger un día-; si es por la fuerza, usted me va a coger; pero si es por la inteligencia, yo me lo voy a coger a usted-.

En la obra cuya lectura es recomendable se consigna que el presidente que sucedió a JLP no entendía mejor el papel de la prensa; Miguel de la Madrid decía que Proceso izaba la pobre bandera del catastrofismo; les decía que todavía estaban a tiempo de apartarse del callejón sin salida que de manera irresistible parecía atraerlos; de paso, Scherer refiere su relación con personajes como el director de la Federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla, con quien se emborrachaba con whisky, y quien prácticamente lo obligó a no publicar un reportaje sobre el rescate de la familia de la hermana del secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, algunos de cuyos miembros se habían integrado a un grupo religioso en Venezuela…

Correo: amlogtz@prodigy.net.mx

 

Ambrocio López Gutiérrez

Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios  electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de  Ciencias, Educación y Humanidades.

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