¿Un grito por la patria?
Recientemente platicaba muy amenamente con alguien a quien estimo y aprecio, alguien quien le entiende muy bien a los asuntos de la política, mi pariente como amable y afectuosamente nos llamamos.
Platicamos sobre la esencia de escribir, sobre nuestra realidad actual, así como de los grandes pendientes que necesitamos solventar para verdaderamente tener un desarrollo cualitativo de nuestra gran nación y estado. Contemplamos el futuro y los enormes retos que están por venir, consensando que ya la sociedad no está para aguantar más desilusiones y que es tiempo de trabajar sin las constantes simulaciones.
El pregonar haber hecho sin hacer, ya en estos tiempos de vasta tecnología que todo se graba y difunde rápidamente, ha venido a cambiar el escenario tristemente prevaleciente del político de “mucho pico pero poca pala” o sea, que los discursos no queden solo en eso sino que trasciendan a acciones tangibles para beneficio de la ciudadanía.
Siendo nuestra patria una nación llena de gran diversidad, folklor, historia y valía, el celebrar nuestra independencia siempre es causa de conglomeración multitudinaria, momento apto para degustar nuestros platillos típicos, antojitos, la interacción social y ver como nuestras ciudades se pintan de nuestros colores patrios y su emblema nacional. Esto pasa por tradición y gusto independientemente del sentir ciudadano, el cual en estos momentos es más de enojo y hartazgo que de felicidad. Desde críticas constructivas, otras no tanto, hasta cartas al presidente pidiendo una tan ansiada paz y por ende justicia social.
Suenan las campanas pero el eco de un grito patriótico parece desvanecerse entre chiflidos, descontento y un casi generalizado mal humor social.
La costumbre independientemente de los hechos históricos o si concuerdan mucho con ella o no, es bonita, es causa de regocijo y un fiel recordatorio de que la grandeza de nuestro país siempre ha radicado en su gente y que tenemos mucho de que sentirnos por demás orgullosos, nuestras costumbres son hermosas y nuestra grandeza radica en que somos hijos de una gran nación. A unos les podrá importar poco pero aquellos como su servidor que siente a su México en la sangre y en el corazón, nos llena de gran orgullo el ver a nuestros hermanos reunidos y saber que como México no hay dos.
Ahora, ese mismo sentimiento de patriotismo y fervor no debería de ser cuestión de un mes en especial y menos de una sola fecha, debería ser un sentimiento genuino y constante el cual aflore en todo momento. Si todos tuviéramos conciencia de ello, quizá no estaríamos tan hundidos en crisis y quizá ese odio y rivalidad que cada día crece más, se convertiría en concordia y consenso. Es bonito que las autoridades correspondientes en este día patrio alcen la voz recordando a todos aquellos héroes que hasta su vida dieron por todos nosotros, así como en coro gritar el alusivo ¡Viva México!; pero es importante también escuchar el llamado constante del pueblo, que si se materializara en sonido en este momento, sería un grito de decibeles inconmensurables, pidiendo un alto a tanta violencia, corrupción e impunidad que tanto laceran a nuestro estado y país.
No se puede seguir adoptando una postura de “oídos sordos” o fingir que nos encontramos en mejores condiciones cuando la realidad es otra. Si nuestra patria pudiera hablar, les aseguro que emanaría en grito estruendoso con un claro y contundente ¡YA BASTA!
Ella, quien nos ha dado casa, quien nos da identidad, la misma que nos cobija entre hermosos paisajes, seguro estoy duele enormemente por ver que sus hijos no terminan de valorarla, que en lugar de hermanarnos para vivir felices, nos enfrascamos en estúpidas disputas de poder, materialismo, falsos ideales y un conformismo social asesino. Es alentador el gritar con pasión por México pero es más benéfico en estos tiempos, que en nuestros momentos de silencio reflexionemos y razonemos en cómo hacerle para regresarle el brío, tranquilidad y esperanza, a un estado y nación tan necesitados de ello.
De que se puede se puede, nuestro destino lo tenemos en nuestras manos.
Y en lo personal tras haber hecho mi propio ejercicio de amor, empatía y reflexión, escribiendo estas palabras, culmino diciéndole esto a mi patria:
Te amo, eres mi luz, mi casa, mi tierra, mi madre, mi todo; mi orgullo, mi hogar, la razón de mí ser y existir, México mi querido y adorado México, por ti mi lucha, mi vida y todo mi corazón.
Ayer, hoy y siempre, ¡VIVA MÉXICO!!!!.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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