Es tiempo de unirnos todos por Tamaulipas
Son tiempos difíciles, actualmente vivimos una época cruenta, las heridas no sanan y menos si somos nosotros mismos los que no dejemos que eso pase. Claro que podemos enumerar en listado amplio las injusticias y rapacerías de unos cuantos o de unos muchos, como quieran verlo, que se han cometido en el pasado, en detrimento de una verdadera ecuanimidad social; pero eso no debe ser tomado como bandera de afrenta y mucho menos para caer en los mismos comportamientos y excesos que tanto daño han hecho a nuestro hermoso estado y gran nación. El verdadero triunfo no es aquel en el que en unos comicios se logra sino el que trasciende de las palabras a los hechos, aquel que en lugar de repetir calamidades, ponga el verdadero ejemplo de decencia y justicia social.
Nuestro estado no necesita llenarse de más encono, fricciones, burlas y vendettas, a él como a muchos de sus hijos fieles, no les interesa para nada qué color se representa, ni mucho menos la lucha enferma por el poder. Tamaulipas necesita de todos aquellos que sepan anteponer sus intereses y los de la gente por encima de todo interés cupular o personal. Triste y suficientemente manchado de rojo sangre está su suelo, como para derramar más odio entre los que en el fondo deseamos vivir de nueva cuenta en paz.
Difícil es la tarea, complicado será hacerlo, pero la esperanza del cambio está no en lo azul que predominará sino en los corazones de todos que luchamos para generar un ambiente de mayor prosperidad.
En estos días platiqué con amigos de todo tipo de ideales políticos, colores y creencias, desde los más izquierdistas hasta los más liberales y todos absolutamente todos, coincidimos en que ya no podemos seguir peleándonos por estupideces, que el orgullo propio no debe ser quien gane esta batalla, que de una vez por todas es tiempo de desechar todo dejo de arrogancia y egocentrismo para concentrarnos en un hermanamiento no solo social sino ideológico. Tomando siempre en cuenta que son más las cosas que nos unen que aquellas que nos fracturan emocionalmente.
O acaso tú mi estimado amigo y compatriota tamaulipeco;
¿No deseas que en lugar de constantes sirenas suenen canticos de hermandad, que en lugar de sollozos existan más sonrisas de felicidad, que en lugar de pobreza impere la tan anhelada prosperidad, o que simplemente cuando menciones a Tamaulipas en una plática con un foráneo piense más en sus hermosos paisajes y bondades que en una ya tan afamada atrocidad?
Y si esta petición sincera emanada de un hermano tamaulipeco tuyo aún no te convence, te dejo que me insultes, que de mí te rías, que te burles de mi patriotismo o que me tildes de ingenuo o de cursi, te permito que conmigo te desahogues pero mientras ya no la hagas con los demás.
Cuando quieras ofender, cual normal ser humano con impulsos repentinos, recuerda que todos somos parte no solo de este estado o país, sino de este mundo, que las barreras no las hemos puesto nosotros mismos, que los colores hermosos del arcoíris y hasta de nuestra bandera, han representado muchas veces más vergüenzas que orgullos, pero porque así lo hemos permitido. Que tenemos lo que tenemos porque hemos dejado de alimentar sana y armónicamente nuestro espíritu. Comprendo que el dejarse llevar por las emociones es a veces inevitable pero también inevitable será nuestro fracaso colectivo, sí así seguimos pensando.
Nunca es tarde para lograr el verdadero cambio, para enmendar lo que mal se ha hecho o dejado de hacer, es tiempo de dejar que nos invada más la luz de la paz y prosperidad, que la perversidad de la oscuridad. Y sí en efecto, que vengan los vientos de cambio pero que vengan con una renovada fraternidad, que soplen duro no solo para tumbar la egolatría sino para derribar las barreras que dividen nuestra capacidad de accionar al unísono para el beneficio de todos los que nacimos en esta tierra mística, llena de historia y gran valía.
Como muchos también deseo que se vayan…
Las deplorables costumbres, la falta de ética, la decencia, la ausencia de valores, la enorme desigualdad, la arrogancia, la corrupción, las ganas de ofender en lugar de entender. Deseo que se privilegie la concordia y que no se incentive la violencia. Para corromperse los colores es lo de menos, por ello el verdadero cambio no es de colores, sino de valores.
Con humildad, imploro escuchen este sincero llamado por el bien de todos.
-Talmud de Jmmanuel-
“Primero, la gente debe aprender a reconocer la verdad y así vivir según las leyes de la Creación, entonces ellos pueden hacerse bien informados y fuertes en el espíritu”.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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