Las lecciones de Río (si quieren medallas, déjense de chin…deras)
Termina una justa olímpica más, allá en la tierra de la samba y el cristo redentor, recién culminaron los juegos olímpicos Río 2016 y con esto otro momento para la reflexión no solo para el deporte mexicano sino para nuestro sistema político y cultural. Desde memes ofensivos y burlescos cuando nada se ganaba, hasta la siempre “colgada política” de las autoridades cuando un deportista cumplía su sueño, ganando una presea. La realidad es que a pesar del gran esfuerzo de todos aquellos que dignamente nos representaron, cada ciclo olímpico vemos un nivel muy parco en cuanto a la obtención de las medallas pero sobre todo al avance en el sistema deportivo mexicano.
Corrupción, mediocridad, conformidad, estancamiento no solo social sino mental, falta de compromiso y pundonor, pudiésemos decir bien pueden resumir el por qué estamos como estamos. No terminamos siendo más competitivos simplemente porque no adoptamos una mentalidad de esa naturaleza, no esperemos ganar más haciendo lo mismo de siempre, que tristemente no es mucho. Habrá como siempre sus excepciones y nunca generalizó pero en un panorama nacional hay que admitir que nos falta mucho. ¡Caramba!, hasta en disciplinas para el cual el mexicano ha demostrado rasgos congénitos para el triunfo, como el box, carreras de larga distancia, tae won do, clavados, etc., disminuimos la producción.
Aunque siempre he creído que la fuerza de voluntad, perseverancia en conjunto con una mentalidad siempre ganadora, superan cualquier obstáculo, es justo decir que también una infraestructura deportiva, apoyos económicos y socioculturales, también son incentivos fuertes para la superación. En mi caso puedo comentar que me instauraron la afición por el deporte desde pequeño, tanto así que al llegar a mis 7 y 8 años, ya había ganado carreras regionales en E.U. de 5 millas y ya llegaba a correr hasta 20 kilómetros en entrenamientos. Lo comento porque mi ejemplo sirve para mostrar nuestro atraso institucional y mental. Al terminar mi segunda carrera y tras haber sido ganador de mi categoría, siendo el primer bicampeón en dichas justas en cualquiera de las categorías establecidas, fui invitado a entrenar con especialistas, los mismos que me ofrecían beca educativa hasta mis estudios universitarios. Dos representantes de la Universidad de California le hicieron tal propuesta a mi padre, quien a su vez terminaba de estudiar destacadamente, sus maestrías y doctorado en la misma universidad. Estábamos a punto de retornar aquí a México pero ellos insistían en la oferta, que cada vez se hacía más interesante para efectos de convencimiento para que nosotros permaneciéramos allá y yo me enrolara en su sistema deportivo.
El deseo de la familia era regresarnos y así pasó y estando aquí vi no solo la diferencia sino la crueldad de un sistema corrupto lleno de intereses, que representa más lo antideportivo que otra cosa. Ejemplos tristemente me sobrarían para contar pero no abundaré ello, solo les diré que viví muchas cosas en carne propia, similares a las que nuestros hermanos atletas mexicanos pasan. No solo da coraje, te hace repudiar a los que mal manejo hacen de los sistemas y valorar a aquellos que si se comprometen con impulsar políticas públicas que incentivan un desarrollo cualitativo y cuantitativo.
Y no, no soy ningún malinchista, es más, soy alguien que adora a su país y ama la tierra que me vio nacer pero el mismo que le tocó vivir y experimentar las dos caras de la moneda. Nuestro atraso es para dar lastima y coraje, mientras allá contratan expertos y desde niños los “van llevando de la mano” aquí muchas veces ponen a los compadres y dejan a los deportistas que se las arreglen como puedan.
Por eso el título de la presente columna, para mejorar esto, no necesitamos de fórmulas mágicas, necesitamos de voluntad política y de saber que el deporte no solo da orgullos sino mantiene sano y eso lo deberíamos de tener en cuenta en un país con una problemática fuerte de sobrepeso y todo lo que ello posteriormente conlleva.
Necesitamos menos compadrazgos y más competencia, más voluntad en lugar de una asesina conformidad. Necesitamos darnos cuenta que la grandeza la tenemos desde nuestros antepasados y que no somos menos que nadie como para seguir con las ideologías negativas o conformistas. Moctezuma comía pescado fresco gracias a verdaderos atletas aztecas así como los mensajeros painanis (corredor veloz) se decían tenían pies por demás ligeros.
¿Porque seguimos así? Por qué ligeros hemos sido para generar y exigir un cambio y pesados, los que cuales reyes en su “Castillo” simulan patriotismo e interés por ver a México verdaderamente salir adelante.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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