Corredora etíope atribuye récord en Río a Dios, amor y entrenamiento
Río de Janeiro, (Notimex).- Quizá el jamaicano Usain Bolt logre en los próximos días empañar la hazaña lograda hoy por Almaz Ayana, pero de momento la etíope es la corredora de la Olimpiada, tras pulverizar una de las marcas más longevas en los 10 mil metros.
El récord de 29 minutos y 17 segundos fue alcanzado, según sus propias palabras, gracias a Dios, a la perseverancia de su esposo y entrenador, así como a las condiciones geográficas de Etiopía, que permiten un entrenamiento duro siempre por encima de los dos mil metros de altura sobre el nivel del mar.
Tímida, de apenas 1.66 metros de altura y 47 kilos, la etíope debutó este viernes en una prueba que no era su preferida, pues esta fondista que dejó las carreras de obstáculos por miedo a caer se especializa en los cinco mil metros, donde también competirá en Río en busca de su segundo oro.
Con el máximo metal ya colgado al cuello y sin signos de extenuación -como sí mostraron otras corredoras al final de una prueba de ritmo infernal-, Ayana dio su “fórmula secreta” para haber batido el record mundial que desde 1993 tenía la china Wang Junxia.
“Primero, me entrené específicamente para los cinco y los 10 mil. Segundo, recé a Dios. Dios me da todo. Mi dopaje es mi entrenamiento, mi dopaje es Jesús. No hay nada más, estoy limpia”, dijo la atleta al terminar la carrera.
Su devoción religiosa –expresada al santiguarse antes y después de la carrera- se suma a una elección estratégica hecha en 2013, cuando abandonó el fondo con obstáculos y los entrenamientos con el equipo nacional etíope para ponerse en manos de su esposo, Soresa Fida.
“Mi esposo me guía todos los días en el entrenamiento y en mi vida privada. Me ayuda a comer sano, relajarme y me motiva”, dijo la etíope el año pasado, cuando ya comenzaba a erigirse en una ídolo local en los Campeonatos Africanos de Marrakech en 2014.
Fida, un esposo capaz de correr los mil 500 en apenas 3:34 minutos, ha sido fundamental a la hora de convencer a Ayana a lanzarse a una prueba dominada los últimos años por su compatriota y hasta este viernes reina etíope del fondo: Tirunesh Dibaba (bronce hoy, oro en Beijing 2008 en cinco mil y 10 mil, y oro en Londres en 10 mil).
“La otra cosa (para la victoria) es que corrí junto a mi ancestro Dibaba, quien me dio la fuerza y la energía”, agregó Ayana en rueda de prensa, reflejando la buena sintonía entre ambas corredoras, que se fundieron en un abrazo al terminar la carrera.
“Es sorprendente que mi hermana pequeña haya roto el récord del mundo”, admitió la propia Dibaba, favorita para la prueba de este viernes, que se celebró en condiciones idóneas para el atletismo de fondo: temperatura fresca de 18 grados y muchas nubes tras una lluvia intensa.
Las mexicanas Brenda Flores y Marisol Romero -la segunda terminó última y entre lágrimas por una lesión que le impidió hacerlo mejor-, no daban crédito al terminar la carrera ante lo que acababan de presenciar en el Estadio Olímpico.
“Estoy impresionada. Fue un ritmo muy fuerte. Si hubiera sido un día con más calor hubiera sido imposible”, dijo Flores, quien explicó que las etíopes son atletas a las que admira.
Tras la hazaña de Ayana, quedó atrás una de las marcas más longevas y polémicas del atletismo, el de la china Wang, conseguido en 1993, supuestamente con la ayuda de estimulantes ilegales administrados por el célebre entrenador Ma Junren.
Ma, a cuyo equipo le llamaban el “Ejército de Ma”, está acusado por la prensa y por algunas de sus atletas de ser la punta de lanza de un esquema de dopaje estatal chino en el atletismo de fondo femenino en la década de 1990, así como de usar métodos extremadamente duros durante los entrenamientos.
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