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Las dos habilidades comunicativas más desatendidas del siglo XXI

Por: Ricardo Hernández El Día Martes 02 de Agosto del 2016 a las 09:28

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Hablar del tema de la comunicación tiene algo parecido al hablar de religión, pues a veces se peca de incongruencia entre lo que se dice y se hace. Bien le dijo Jesús a la gente que le rodeaba, frente a los Fariseos: “hagan lo que ellos dicen, pero no sigan sus ejemplos”.  Esa parte me encanta, porque para hablar y dar consejos cualquiera puede hacerlo, el detalle está en llevarlos a la práctica.

En la comunicación sucede algo parecido, podemos abordar los mejores temas de comunicación, ser expertos en el tema, o catedráticos de la materia, siendo que en nuestra propia casa no podemos superar los problemas de comunicación existentes. Y no es para extrañarnos que la mayoría de los problemas en el mundo sean por falta de comunicación.

Hoy en día deberíamos prestar atención a los siguientes datos que se nos aporta en el libro Cala y Cruz las dos caras de la comunicación, escrito por Ismael Cala, distinguido comunicador, escritor, productor y presentador de radio y televisión, que junto con Camilo Cruz quien a su vez es escritor, consultor empresarial y conferencista internacional, ellos nos explican en base a investigaciones obtenidas por prestigiadas universidades e instituciones, que en los pasados 50 años han encontrado que una persona en edad adulta ocupa un promedio de 16 horas diarias comunicándose.

Chequemos este dato: ¡16 horas diarias comunicándose! Lo que viene enseguida no lo vamos a poder creer. El 45% de ese tiempo -se detalla-, lo emplea escuchando; el 30% hablando; el 16% leyendo y el 9% escribiendo. Por lo que si sumamos el 45% más el 30%, nos damos cuenta que el 75% de la comunicación diaria -nos ilustran estos autores-, está enfocada en ESCUCHAR Y HABLAR.

Por lo que es ahí donde se debería centrar gran parte de la atención en los años de formación escolar; sin embargo, está visto que la enseñanza se centra más en que los niños aprendan a leer y escribir. Las dos habilidades comunicativas más practicadas y a la vez más desatendidas son, como podemos ver, escuchar y hablar.

Como dijera Miguel Ángel cornejo, conferencista de talla mundial, “¡por eso estamos como estamos!”. Hablar de comunicación no debería ser nada complicado, pero lo es, sobre todo en esas dos capacidades comunicativas tan desatendidas: escuchar y hablar.

Se quejaba el cómico Chespirito en escena “¿Por qué me interrumpes cuando estoy hablando?”, y la Chilindrina respondía “¿Y tú, por qué hablas cuando te estoy interrumpiendo?”

Está visto que en cada casa, en cada familia, existe un problema serio de comunicación. Podemos darle una checadita a los problemas de divorcio y veremos que cada vez está más arriba el índice, eso también nos lo señala Ismael Cala y Camilo Cruz cuando nos hablan de la pobreza de comunicación como consecuencia de los divorcios.

Los hijos, sobre todo los adolescentes (algunos, no todos) se la pasan metidos en sus cuartos de solteros hipnotizados por el internet, por lo general no tienen buena comunicación con los padres. Como digo, en teoría, se escucha bonito hablar de la comunicación, que somos importantes periodistas, reporteros, comunicadores.

El problema de comunicación continúa y quien sabe hasta dónde, pues no prestamos atención, no sabemos hablar correctamente, no sabemos leer correctamente, no sabemos escribir correctamente, y vaya que cuando salimos de la Universidad arrastramos con ese “pecado” como profesionistas.

Ni qué decir de la otra comunicación, que es el lenguaje corporal cuando tampoco la valoramos. Para el caso personal quiero compartirles esta experiencia. Mi madre y yo siempre hemos sido muy unidos y, créanme, que puedo llegar a decir que nuestra relación madre-hijo llega a rebasar lo normal, a lo mejor me salgo un poquito del tema que abordo, pero tratándose comunicación espero pueda hacerme entender.

Desde que era pequeño soñaba que mi madre era una amiga con quien conversaba, y caminaba de la mano, yo le decía “tú eres mi madre”, ella me respondía “no, yo soy tu amiga”.  Ya de grande, a mis veintitantos años de edad, cuando estuve trabajando fuera de la ciudad, nos hablábamos constantemente por teléfono.

Cierto día, estando solo en casa, me di cuenta que entre mi madre y yo había algo más allá de la comunicación verbal: comenzamos a comunicarnos a través del pensamiento, ¡increíble!, las cosas a mí alrededor se caían de su lugar, como por ejemplo, una taza, un cubierto, un cuadro.

Cuando eso sucedía le hablaba por teléfono a ella para saber qué es lo que se encontraba haciendo, ella contestaba “precisamente estaba pensando en ti”. Esta comunicación, por supuesto, va más allá de la comunicación normal de la que estamos hablando. Mi madre tiene actualmente 64 años de edad, tengo el orgullo de escucharla por horas, de sonreír con ella, de bromear con ella, de salir a pasear con ella, la presumo ante mis mejores amigos.

Hace como una semana le hice la propuesta de sentarnos a platicar sobre nuestros “poderes mentales”. Amigo lector, te explico esto con el respeto que tú te mereces, ya que por ti escribo, por ti me nace explicarte mis experiencias en este tema de la comunicación, y qué mejor que una historia con una madre.

Te decía, mi madre y yo nos hemos sentamos a conversar frente a la mesa como si fuéramos a presenciar un tema de espiritismo, pero no es nada relacionado con eso, sino más bien aclarar por qué escucho su voz pronunciar mi nombre cuando ella se encuentra dormida, o cuando ella está a kilómetros de distancia.

El resultado siempre es el mismo: “Ni yo misma lo sé, hijo”. Le dije hace un par de noches “cada amanecer debe ser el más hermoso para usted, no se preocupe por mí o por lo que me pueda suceder en un futuro, he aprendido a aceptar la muerte cuando llegue, como he aprendido a caerme y volverme a levantar, eso sí, las caídas ya no me asustan, por el contrario, me motivan a volverlo a intentar”. Con respecto a los porqués de nuestro misterio, ella murmura: “Ni yo misma puedo saber por qué nos comunicamos de esa forma, pero te quiero, hijo”. Me explicó mi madre “Escucho tu voz cuando me necesitas”.

Las dos habilidades más desatendidas, como nos enseñan Cala y Cruz, son la de escuchar y hablar, debemos de aprender a escuchar con atención para poder comunicar nuestras ideas, para aprender a ser mejores comunicadores, pues como podemos ver en las notas de los periódicos, que por la falta de comunicación se derivan problemas de: divorcio, llegamos a ser profesionistas con mala formación, los adolescentes pierden el control de sus vidas, etc.

No imagino llegar a finales siglo XXI con graves problemas de comunicación interpersonal, por la falta de atención, porque la gente cada vez se comunica con menos calidad. Si nos rebasa la tecnología en este aspecto, no quiero imaginar lo que pueda estar sucediendo hasta entonces.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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