José Aldo, un verdadero campeón
Muy rara vez suelo publicar cosas personales o hacer referencia a actos en los que en mi vida privada participo y mucho menos aquellos que uno hace de corazón en beneficio de otras personas. No comparto la idea de ufanarse ante algo que uno debiera hacer por el simple hecho de ayudar desinteresadamente o por haber sido inculcado con fuertes valores y con la premisa de ayudar al prójimo, como bien han pregonado desde hace siglos diferentes personajes iluminados pero sobre todo bondadosos de espíritu en nuestra historia universal. Pero en esta ocasión lo hago para coadyuvar a generar una mayor conciencia en la ciudadanía y/o entre mis amigos sobre lo que significa el poder abrir nuestros corazones y ayudar a alguien que lo necesita.
Ayer recibí de nueva cuenta un llamado para ver si podía colaborar con la causa de mejoría de José Aldo, un niño quien fue diagnosticado con Leucemia y que desde hace tiempo libra valientemente una batalla contra esta enfermedad. Ya en alguna ocasión había sido donador de plaquetas para su causa pero en esta ocasión requería la ayuda de donación de sangre. En proceso de quimioterapia el cuerpo se debilita y sus efectos secundarios surgen visiblemente para el paciente y como parte del proceso es necesario contar con unidades sanguíneas para cuando la eventualidad lo requiera. Así es que acudí al llamado de su padre y ayer acompañado de mi madre quien fue con migo como apoyo y para alentar a su familia con bendiciones y a su vez continuando no solo poniéndome el ejemplo sino demostrando su gran corazón también.
Entre los familiares de pacientes quien en la noche se aglutinaban en la sala de emergencias del Hospital Infantil nos sentamos para esperar el turno y ser llamado para completar el proceso de donación. Que por cierto deja mucho que desear algunos aspectos del sistema médico en cuanto a servicios e infraestructura pero bueno, eso lo dejaré para otra ocasión.
Entre la plática con su padre, anécdotas de otras personas e inclusive detonaciones de balazos cercanos, esperamos mi madre y yo.
Al ser pasado para cumplir con el proceso de preguntas requeridas, contemplaba la nunca deseada escena de los padres acompañando a sus seres hermosos quienes en dolor se encontraban. Son esos momentos en donde en verdad uno pone en perspectiva la vida y para aquellos que profesamos alguna creencia y/o religión, desear la recuperación pronta y alivio espiritual para los niños y sus familias. Ojala y nadie tuviera que pasar por eso pero indudablemente así como el amor, el dolor es parte de nuestras vidas y sortearlo nunca es fácil pero es algo que hay que aprender a hacer.
En alguna ocasión también de niño, me debatí entre la vida y la muerte y entre una difícil decisión de mis padres y la gracia del misericordioso que me cuida, salí bien librado, como para que años después estuviese aquí sentado relatándolo. Algo que en este caso me conmovió, fue ver la foto que hoy subo en conjunto con el presente escrito, en donde claramente demuestra que en la vida no hay amor más grande y especial que el de un padre a sus hijos. En ella se demuestra no solo la cercanía física con su adorado José sino una conexión genuina que trasciende todo lo demás.
Ayer con gran alegría, respeto y humildad, aporté mi granito de arena para la causa de un campeón llamado José Aldo, quien estoy seguro saldrá victorioso en esta afrenta que le hace la vida y quien a su vez representa fielmente la gallardía, coraje y perseverancia con la que todo buen luchador debe de contar. Para él todo mi respeto, bendiciones y apoyo en este etapa de su vida, para sus padres y seres queridos, mi enorme empatía y solidaridad.
Y para todos aquellos hermanos en el mundo que estén pasando por una situación similar, les envío todas las bendiciones posibles, deseando pronta mejoría y fortaleza espiritual. Hace poco en mi familia despedimos a un verdadero Ángel de nombre Reyes de los Santos, a quien fuimos mi madre, mis tías y yo en representación de todos los demás miembros para velar su cuerpo a Villagrán y quien en su vida también cuidó y llenó desinteresadamente de alegría a toda nuestra familia por varias generaciones.
Me entusiasma saber que en mi vida los llegué a conocer.
Hay que abrir nuestros corazones para no solo amar al prójimo sino para ayudarle cuando este lo requiera.
Bendecidos sean todos.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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