Dicen que el nombre se originó por el domicilio donde se solían reunir las damas distinguidas de sociedad, esposas de poderosos funcionarios públicos priistas; otras versiones cuentan que el nombre fue inspirado en aquella película donde las protagonistas son mujeres de alta sociedad; ya sea entonces por la calle Magnolia o por la película “Magnolias de acero”, el caso es que ese grupo fue más conocido por ser elitista que por su trabajo a ras de suelo.

En el bando contrario sucedieron cosas interesantes, por una parte, el grupo “Mujeres con Cabeza” que aglutinó a muchas mujeres panistas sugería un empoderamiento en su juego de palabras, incluso a muchas, fuera del panismo, les agradaba el nombre.

Estaba también los “Cuernos rosas”, un movimiento interesante, muy norteño y con ingenio; porque más allá de los clichés de género que los colores puedan representar, los cuernos rosas sugerían una especie de valentía y fuerza que, frente a la posible evocación de magnolias de acero, este último palidecía y se prestaba a mil chascarrillos entre cuales estaba aquel de “por qué mejor no se pusieron amapolas, inspiraba más”. En cambio, los cuernos rosas, se convirtió en un frente de lucha que mujeres panistas y no, adoptaron, incluso como publicidad, cosa que las magnolias nunca lograron.

Lamentable papel de estas mujeres que se organizaron más en defensa de los intereses de sus maridos y sus familias, que han vivido en el privilegio; que como un esfuerzo integrador que sumara los esfuerzos de las muchas mujeres priistas que por años y décadas han trabajo “desde la base” como se suele decir, por pura convicción.

Al priismo machista le faltó sensibilizase, romper con su fuerte tradición de primero los hombres y a las esposas e hijas de estos les faltó solidaridad de género, para buscar fortaleza en todas aquellas que trabajan desde los seccionales, que viven del PRI sí, al igual que los de más alto rango, pero que a diferencia de estos; creen, tiene convicción y conocen de cerca la realidad.

Una tarea que deberán hacer quienes les toque el recuento de daños y la reconstrucción después de esta fractura priista será voltear a ver a las mujeres, a las verdaderas priistas, las que a toda prueba siguen creyendo que ese partido es la mejor opción para gobernar, que son ejemplo de militancia, de fidelidad y de trabajo.

Es un bastión de fuerza tan despreciado ahora por la élite que en los últimos años se ha apoderado del PRI en Tamaulipas, élite que mide la posibilidad de los aspirantes a una candidatura por sus cuentas bancarias y sus acciones en los clubes privados, que siente “asquito” por las mujeres que en la colonia popular esperan a sus líderes y los llenan de abrazos y besos, los quieren hacer sus compadres, les preparan una sabrosa comida en sus modestas casas y la sirven en su mejor vajilla sobre sus blancos manteles. Esas mujeres deben ser tomadas en cuenta y ser reconocidas, ellas son los votos y sus más fieles defensoras.

Ejemplo también han sido mis muchas amigas priistas que soportan mis chistes irónicos acerca de su partido y siguen ondeando las banderas tricolores aun hoy en la derrota, vaya mi saludo y admiración por su valentía y congruencia a Magaly Monserrat, Sandra Balderas, Janette Garza, Lorena Jiménez y Aurora Márquez.

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