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Sección: Editoriales / Chismorreo de Laredo

Las tundas de mamá

De niño yo era un pingo tremendo, tanto que dado tal comportamiento y el color de mi piel me decían Memín Pinguín, en referencia al personaje creado por Yolanda Vargas Dulché en la historieta del mismo nombre y que por cierto...

Por: Alma Niger 20/10/2010 | Actualizada a las 16:41h
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De niño yo era un pingo tremendo, tanto que dado tal comportamiento y el color de mi piel me decían Memín Pinguín, en referencia al personaje creado por Yolanda Vargas Dulché en la historieta del mismo nombre y que por cierto todavía esta vigente en el mercado de las revistas, solo que ahora a color, pues antes era en sepia, tal y como el Kalimán, Águila Solitaria, Tawa, Lágrimas y Risas, y tantas revistas de aquella época, de finales de los 70's e inicios de los 80´s. Era tan tremendo que un día incendié la humilde morada que habitábamos mi madre, mi hermano y yo, y que compartíamos con mi tía y mis primos sobre la calle Victoria casi esquina con Comonfort, en la colonia Victoria. Tenía entonces cinco años de edad y el incidente se dio porque queriendo yo acabar con la existencia de un cucaracho intenté quemarlo con un cerillo y la llama de éste alcanzó uno de los tantos cartones que servía de pared y total que el cuarto donde dormíamos mi progenitora, mi carnal y yo prendió fuego, y de no ser por la oportuna intervención de mi tía Aurelia nos hubiésemos quedado sin nada, y por fortuna solo se quemaron unas cobijas que teníamos y un desvencijado mueble de madera.

Mi primer gran castigo:

Mi madre trabajaba casi todo el día para mantenernos, por lo que al llegar del trabajo, cansada y agobiada, como todas las madres solteras, se alarmó al ver las cobijas en el patio, todavía despidiendo humo, y al enterarse de lo sucedido por boca de mi tía, quien intentó minimizar al máximo el asunto en su afán de protegerme, me propinó mi primera gran tunda para después meterme a bañar en la pileta del patio con agua helada, pues en aquel entonces hacia frío. Media hora después mí madre asustada lloraba conmigo, consolándome, como solían, y aún suelen hacer muchas mamás, tras castigar a sus vástagos, y después arrepentirse de ello, al percatarse de las consecuencias, que para mi caso era un titiriteo tremendo con calentura.

Carácter fuerte:

Mi madre, debo decirlo, siempre ha sido de carácter muy fuerte. Lo es porque desde niña sufrió mucho, pues quedó huérfana de madre a los nueve años y desde entonces tuvo que hacerse cargo de los quehaceres de la casa que compartía con mi abuelo y mi tío, y más tarde incluso hacerse cargo de los asuntos de sus hermanastros, mis tíos, también hijos de mi abuelo. Pienso yo que eso y el ser madre soltera hasta los 38 años, en que nació mi tercer hermano producto de su relación con su único esposo, mi padre, en toda la extensión que esa palabra implica, la curtió, dándole un carácter severo. Ya casada con papá, mamá ya no tuvo que trabajar, se dedicaba a los asuntos del hogar, y nuestra vida, debo decirlo, mejoró mucho, pues aunque papá no ganaba demasiado, sí lo suficiente para tener una mejor vida. Pero yo seguía siendo tremendo, quebrando por gusto los huevos que ponían las gallinas, aventando la pelota a la ropa tendida de los vecinos, arrojándoles cáscaras e naranja con liga a quienes se me atravesaban, peleándome constantemente en la escuela, y un sinfín de travesuras más, que me ocasionaban más y más tundas de mamá, quien en sus castigos no se medía, en su afán de controlarme.

“Porque te quiero te pego”:

Mamá era de esas personas que te aventaban con lo que tuviera enfrente cuando la hacías enojar. Platos, cucharas, vasijas, el palote de amasar tortillas, lo que fuera me lanzaba cuando no le hacía caso, y yo tenía que estar muy atento para esquivar los objetos. Una vez me lanzó la piedra del molcajete a la cabeza, y de no ser por mis reflejos, quien sabe que hubiera sido de mí, pues el objeto me pasó rosando. Otra vez me lanzó un cuchillo sobre la espalda, pero afortunadamente este era de mantequilla, sino hubiera yo quedado ensartado como espectáculo de circo con mago aprendiz. Y como siempre mi papá iba a mi rescate, por eso lo quiero tanto, porque él al contrario, nunca, jamás de los jamases, me pegó, pese a no ser quien me engendró, si no quien me adoptó. Por eso estoy convencido del viejo adagio que señala que padre no es el que engendra, sino el que cría. Total que mamá me ponía cada tunda, pero eso sí, todas justificadas porque la verdad yo era un ente bien canijo.

Y cuando le decía a mamá que ella no me quería, porque me pegaba, su respuesta siempre fue: “porque te quiero te pego”. Siempre me dijo que no quería que fuera un vago, un delincuente, y que mientras ella viviera haría todo lo posible por evitar eso.

¡Gracias madre!

Evoco todo esto porque hoy en día hay mucho libertinaje entre los jóvenes porque nosotros mismos lo hemos creado. Hoy en día le pegas a un chamaco y ya está la policía sobre ti, y hasta a la cárcel vas a dar, y te llega gente del Sistema DIF a reclamarte, y de ribete sales en el periódico señalado como abusivo y la opinión pública te juzga y te sojuzga, y total que te convierten en un vil ogro, tan solo por reprender a un huerco malcriado que no quiere hacer caso. Por eso hoy en día hay tanta descomposición social, tanto vago, tanto delincuente; porque son chamacos que no pudieron ser controlados por sus padres, o estos no quisieron meterse en problemas por esas estúpidas ideas de que “no hay que pegarles, que hay que hablarles con palabras bonitas”. Yo tuve una madrina que reprendía a mamá porque me pegaba; a esa madrina se le acabaron las palabras hermosas para educar a su hijo, y este terminó en la cárcel, pues nunca entendió. Por eso hoy en día yo le agradezco a mi madre el haber sido conmigo como fue, porque de no haberme marcado el paso derechito, muy a su manera, quien sabe que hubiera sido de mí. Tal vez ahorita anduviera en alguna esquina “sonseando”, con todo lo que eso implica que es drogarse, asaltando gente, molestando a los demás; o estuviera en la cárcel; o peor aún, estuviera muerto, como muchos lo están, y sus madres lamentándose por no haber podido controlar a tiempo a sus hijos.

Juan Rodríguez Contreras (Alma Niger). Ha sido presidente de la Asociación de Periodistas de Nuevo Laredo. Es columnista del periódico Última Hora de Nuevo Laredo. Colabora para el portal de noticias Hoy Tamaulipas y para El Gráfico de Ciudad Victoria, además de otros medios. Es editor del portal www.revistalaneta.com.mx y además es comentarista político del noticiero nocturno de La Raza del 95.7 de FM en Nuevo Laredo. Es periodista desde hace 27 años y ha colaborado para los periódicos Laredo Ahora y El Diario de Nuevo Laredo.
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